miércoles, 26 de agosto de 2009

Producción de alimentos: función del agua

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7. Producción de alimentos:
función decisiva del agua
Resumen
© FAO, 1996
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1. Introducción
1.1 Es un hecho bien sabido que la tierra y el agua son los dos recursos primarios, no sólo de la agricultura, sino de toda la vida que existe sobre la tierra. Cuando el abastecimiento de agua es suficiente y los suelos son fértiles, la agricultura puede sostener la vida humana civilizada, a condición de que el clima sea favorable. En cambio, la falta del agua necesaria, incluso temporalmente, impide las faenas agrícolas y desencadena la inseguridad alimentaria. En este momento, en que la población del mundo y las necesidades de alimentos están aumentando a un ritmo sin precedentes, es cada vez más difícil incrementar el suministro de agua para los agricultores. La presión cada vez mayor de que son objeto los recursos –vulnerables– de aguas y tierras hace urgente y esencial conseguir una gestión eficaz.
1.2 El agua dulce es un recurso limitado, disponible en muchos lugares, aunque no en todas partes, sensible a las influencias externas y a la degradación ambiental, difícil de ordenar debido a su movilidad y costoso de regular. El crecimiento demográfico y el desarrollo socioeconómico determinan un incremento de la demanda y, al mismo tiempo, los cambios que están acaeciendo a nivel mundial y la geopolítica internacional no hacen sino crear una mayor incertidumbre con respecto al agua. El agua está comenzando a escasear al mismo tiempo que aumentan su utilización para actividades diversas. La necesidad y la motivación para ordenar estos recursos no cesará de aumentar. La escasez de agua amenaza aspectos fundamentales de la seguridad humana: la producción de alimentos, la salud del medio acuático y la estabilidad social y política.
1.3 En el problema de ordenar unos recursos de agua dulce limitados existen aspectos cuantitativos y cualitativos. Los ríos son desviados de sus cursos naturales y los acuíferos sobreexplotados; arroyos, lagos, estuarios y acuíferos se utilizan para absorber los productos residuales de una gestión descuidada y los suministros de agua adecuada que aún subsisten sufren la amenaza de degradación. Todos estos males han de ser remediados. El agotamiento y la degradación no son inevitables, se cuenta con los conocimientos y recursos necesarios para alimentar a la humanidad de forma sostenible. La tarea que se afronta consiste en poner a contribución los conocimientos y la voluntad para mejorar lo que de otra forma puede convertirse en una crisis.
1.4 Si bien es cierto que existen diferentes opciones de política para la gestión de los recursos hídricos, el tema del agua es un tema sensible y la reforma del comportamiento público a este respecto es una tarea difícil que entraña costos políticos y administrativos elevados. Tal vez no será posible alcanzar la perfección y los cambios de política tienen consecuencias a largo plazo y siempre dan lugar a la existencia de ganadores y perdedores. Por ello, aunque los beneficios puedan ser sustanciales, es posible que los cambios no sean aceptables para todas las partes interesadas.
1.5 Hay que tener en cuenta que aplicar medidas lleva tiempo. Las decisiones deben basarse en las tendencias probables, tanto a nivel mundial como local, de factores como el crecimiento demográfico, la urbanización, la mun-dialización, la evolución de la tecnología y la información, la modificación de las influencias culturales y la degradación del medio ambiente. Conseguir que las políticas hídricas y las medidas necesarias para aplicarlas sean aceptadas exige tiempo, que también se debe conceder tanto a quienes impulsan como a quienes rechazan esos cambios.
1.6 La agricultura es la actividad que utiliza un mayor volumen de agua, más de las dos terceras partes de la que proporcionan los ríos, lagos y acuíferos del planeta. A medida que aumenta la población y crecen las economías, el agua va convirtiéndose en un recurso más escaso y valioso. En muchos países, la competencia entre la agricultura, la industria y los núcleos urbanos por los recursos hídricos está limitando ya las iniciativas de desarrollo. Pero, paradójicamente, aunque el agua es cada vez más escasa, en muchas zonas se utiliza todavía de forma muy ineficaz. En algunos lugares hasta el 60 por ciento del agua desviada o bombeada para el riego no llega a la zona de cultivos y en las ciudades se distribuye el agua a través de sistemas que registran fugas y a unos consumidores que pagan una cantidad insuficiente (o que no pagan nada) por este recurso. Algunas pérdidas son inevitables pero una parte de ellas son recuperables y reutilizables. Las industrias, las ciudades y la agricultura permiten que el agua sea contaminada y, aunque un cierto grado de polución es inherente a la utilización misma del agua, grandes cantidades de este recurso se pierden por efecto de una contaminación irrecuperable.
1.7 El despilfarro en la aplicación del riego no sólo entraña la pérdida de agua, de valor inapreciable, sino que además ocasiona problemas de anegamiento y de salinización. Más del 10 por ciento de la superficie mundial de regadío está afectada, en diferentes grados, por la salinización, un fenómeno de amplitud y gravedad crecientes. El vertido de residuos urbanos e industriales y la evacuación de residuos químicos de la agricultura está deteriorando la calidad del agua superficial, y las aguas subterráneas no sólo son contaminadas por elementos procedentes de la superficie, sino que sufren un daño irreparable como consecuencia de la intrusión de agua marina. También resultan afectados los ecosistemas acuáticos de los cursos de agua y de los estuarios que reciben agua en cantidad insuficiente y de escasa calidad.
1.8 En este momento se está cuestionando la primacía tradicional de la agricultura en la asignación de los recursos hídricos. Se han alzado voces críticas que reclaman a los gobiernos y donantes que reconsideren las consecuencias económicas, sociales y medioambientales de los proyectos de regulación del agua financiados y administrados por el sector público. Pese a las cuantiosas inversiones y subvenciones, el funcionamiento del riego no siempre ha estado a la altura de las expectativas en cuanto al incremento de los rendimientos y la eficiencia en la utilización del agua. La agricultura no sólo es el sector que utiliza un mayor volumen de agua, sino que además tiene un valor relativamente bajo y escasamente eficiente en cuanto al uso del agua, y además está muy subvencionado. La constatación de los límites del volumen de agua dulce renovable que puede producir el ciclo hidrológico obliga a evitar que esta situación continúe en el futuro.
1.9 En muchos casos, la agricultura no puede competir económicamente por los escasos recursos de agua disponibles. Dado que las ciudades e industrias están en condiciones de pagar cantidades más elevadas por el agua y obtener una tasa de rendimiento económico más elevada por unidad de volumen, el sector agrícola tiene que demostrar que los suministros de agua que recibe se utilizan adecuadamente para garantizar la seguridad alimentaria. De otro modo, el sector agrícola tendrá que renunciar progresivamente al agua, que se destinará a otros usos, de mayor valor, en las ciudades e industrias. La ironía reside en el hecho de que se espera que en el futuro la agricultura de regadío consiga una producción mucho mayor con un menor volumen de agua. Todavía no se han evaluado con precisión las consecuencias que tendrá para la producción de alimentos la desviación de recursos hídricos de la agricultura a los núcleos urbanos.
1.10 La seguridad alimentaria está estrechamente relacionada con la seguridad hídrica. Entre el 30 y el 40 por ciento de los alimentos del mundo procede de las tierras de regadío (el 17 por ciento del total de tierras cultivadas) y una quinta parte del valor total de la producción de pescado corresponde a la acuicultura de agua dulce. En el próximo siglo, la seguridad y estabilidad de los suministros de alimentos guardarán una estrecha relación con el éxito en la regulación del agua. La regulación de la humedad a nivel del sistema radicular permite maximizar y estabilizar la producción, garantizando que las fluctuaciones en el régimen de precipitaciones no repercuta negativamente en los cultivos, lo que permite obtener todos los beneficios derivados de la introducción de variedades de alto rendimiento y de sistemas de nutrición y protección de las plantas. Para conseguir resultados satisfactorios no bastará con construir más presas y más canales y nivelar y regar superficies más extensas, sino que cada vez será más necesario mejorar la gestión: rehabilitar los sistemas ineficientes y sustituir los sistemas tradicionales propios de una era de abundancia por otros que utilicen una tecnología más desarrollada. Para ello habrá que disponer de fondos y de agricultores y de gestores capaces y cualificados.
1.11 La Cumbre Mundial sobre la Alimentación ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los vínculos indisolubles entre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria; de examinar cómo se utiliza en la actualidad el agua en la agricultura; y de impulsar la reflexión crítica, la investigación y la actuación de cara al futuro. Al examinar los recursos hídricos será necesario tener en cuenta todos los aspectos, tanto materiales, como económicos y sociales.

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2. Problemas relacionados con el agua a nivel mundial
El agua, un recurso limitado
2.1 El gran volumen de agua contenida en los mares, en los casquetes de hielo y en los glaciares de la Antártida y de Groenlandia, así como en las profundidades subterráneas, no es accesible para poder utilizarla en la agricultura. El agua dulce destinada al consumo humano y a la agricultura procede básicamente de las precipitaciones que recibe la tierra. Sin embargo, la cantidad de agua que se precipita desde la atmósfera no puede ser mayor que la que se evapora en la superficie de la tierra y el agua, incluido el mar. El agua se recicla constantemente como consecuencia de la evaporación producida por la energía solar, y las lluvias y el caudal de los ríos dependen del ciclo anual de las estaciones.
2.2 Las precipitaciones anuales sobre la tierra son, en promedio, de 110 000 km3, de los cuales 70 000 km3 se evaporan y vuelven a la atmósfera. A la parte de agua que se evapora se le denomina en ocasiones «agua verde», que es el suministro de agua destinado a la vegetación que no recibe agua de riego, incluidos los bosques y espacios arbolados, las praderas y los cultivos de secano. Alrededor del 26 por ciento de esa «agua verde» (18 000 km3) es utilizado ya por los seres humanos, principalmente para la agricultura. El 74 por ciento restante (unos 52 000 km3) sirve para satisfacer las necesidades de agua de todas las demás especies y comunidades naturales asentadas en la tierra.
2.3 Una vez descontada la evaporación de las precipitaciones que caen sobre la tierra, quedan 40 000 km3 anuales de agua dulce en lagos, embalses y cursos de agua, así como en los acuíferos, que registran un activo intercambio con las aguas superficiales. Esa «agua azul» está distribuida de forma desigual en el espacio y en el tiempo y tiene una presencia efímera ya que fluye sin cesar para desembocar en un sumidero de agua, como el mar o las marismas. Mientras permanece en la superficie está sometida a un proceso permanente de evaporación. No toda esa agua es accesible: los remotos cursos de agua del Amazonas, el Zaire-Congo y los ríos del Polo Norte, alejados de las zonas donde existe demanda de agua, acumulan aproximadamente el 20 por ciento de todo el volumen del «agua azul». Una gran parte de la escorrentía no está disponible cuando se necesita y es difícil de aprovechar, ya que se trata de agua de inundaciones (Figura 1).
2.4 Se estima que el caudal de agua realmente accesible para uso humano es de 9 000 km3, a los que hay que añadir 500 km3 de escorrentía regulada por los embalses existentes, lo cual supone una escorrentía anual de 12 500 km3. La regulación del resto de las aguas azules (27 500 km3) para que esté disponible donde y cuando se necesita resulta difícil y costoso a causa del relieve, el alejamiento de los centros de población y desarrollo y las consecuencias sociales y medioambientales de la construcción de presas y otras obras para el aprovechamiento del agua.

2.5El volumen de agua utilizado anualmente en la agricultura, la industria y los servicios municipales, y el correspondiente a las pérdidas registradas en los embalses es, en total, de 4 430 km3, de los cuales el 54 por ciento (2 285 km3) se utiliza para el consumo, mientras que el 46 por ciento restante vuelve a ser agua disponible, aunque de menor calidad. Una parte del agua superficial disponible debe seguir su curso natural para asegurar la dilución de los efluentes y salvaguardar la conservación del ecosistema acuático. El caudal exacto de agua que debe permanecer en los ríos varía en función de la época del año y de muchos otros factores específicos de cada una de las cuencas fluviales. A reserva de que se comprenda mejor el complejo funcionamiento ecológico de los ríos, esas necesidades se estiman en 2 350 km3. El agua apropiada para uso humano, incluida la que se capta y la que ha de permanecer en los cursos de agua, totaliza 6 780 km3 anuales, es decir, el 54 por ciento de la escorrentía accesible (Figura 2)1.
2.6 Así pues, más de la mitad de los recursos hídricos a los que puede accederse fácilmente ya se están utilizando. Teniendo en cuenta las proyecciones relativas a la población y a la demanda de agua, las cifras de los recursos hídricos mundiales indican que la situación empeorará. Como el agua y la población están distribuidas de forma desigual, algunos países y regiones se encuentran ya en una situación crítica y zonas cada vez más extensas de todo el mundo están sufriendo las consecuencias de la escasez de agua dulce y está aumentando la competencia entre los usuarios. A continuación se analiza la situación en relación con los recursos hídricos per cápita.









Utilización del agua para la producción de alimentos
2.7 Desde hace mucho tiempo, la mayor parte del agua consumida por el hombre se destina a la agricultura, que actualmente absorbe alrededor del 70 por ciento del agua extraída en el mundo. El 30 por ciento restante se destina a usos domésticos, municipales e industriales. El clima y la economía influyen en la utilización del agua que se extrae de los cursos naturales. Así, los países industriales de las regiones húmedas y templadas dedican una proporción menor de agua a la agricultura que los países en desarrollo de los trópicos áridos. En estos últimos, la agricultura puede llegar a absorber más del 90 por ciento de los recursos hídricos, mientras que en los primeros se dedica a estos usos menos del 30 por ciento del agua disponible. El modelo de utilización del agua puede servir como indicador del desarrollo: a medida que aumenta la riqueza, aumenta también el trasvase de agua extraída desde la agricultura a la industria y al sector doméstico.
2.8 La mayor parte del agua utilizada en la agricultura se destina al riego de los 250 millones de ha que existen aproximadamente en el mundo. El agua utilizada en la producción se evapora en el proceso biológico de producción del cultivo. El agua destinada al riego pero que, por diferentes razones, no es absorbida por la planta, emerge en su mayor parte como agua de drenaje y recarga el manto freático. El riego influye en la calidad del agua extraída, pero no consumida, al aumentar la concentración salina y la contaminación debida al uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas.
2.9 Se estima que la agricultura de regadío produce casi el 40 por ciento de los alimentos y de los productos agrícolas en todo el mundo, en el 17 por ciento de las tierras agrícolas, lo cual atribuye una importan-cia desproporcionada a las zonas de regadío en el contexto de la seguridad alimentaria mundial. La tecnología de la regulación del agua consigue en formas diversas este notable incremento de la productividad. Por lo general, el riego proporciona agua suficiente a las plantas durante todo el período de crecimiento, facilitando así la obtención de elevados rendimientos. En los trópicos y en las zonas que gozan de un clima adecuado, la regulación del agua puede garantizar una segunda (y a veces una tercera) cosecha anual, si se dispone de agua suficiente. En las regiones húmedas, la agricultura de regadío tan sólo complementa la humedad del suelo que proporcionan las lluvias. Según el clima, las especies cultivadas y la intensidad de cultivo, el volumen de agua utilizado para el riego oscila entre 2 000 y 20 000 m3/ha/año. Teniendo en cuenta que existen amplias variaciones debidas al clima y a la estación, puede estimarse de forma aproximada que el «agua azul» aporta la mitad de la humedad absorbida por los cultivos. Esta es una estimación de la media mundial; en las regiones muy áridas, toda la humedad del suelo absorbida por la planta se suministra por medio del riego.
2.10No es posible sustituir al agua en los procesos de producción biológica. En el Estado de California (Estados Unidos), por ejemplo, la producción de trigo requiere 1,3 m3/kg, la de aceite de soja 22 m3/kg, la de bovinos 16 m3/kg y la de aves de corral 5,8 m3/kg. Estas cifras pueden presentar alguna oscilación en función del clima y de los métodos de producción aplicados en las diferentes regiones. Para la producción de una dieta típica en el Estado de California se necesitan 2 200 m3/per cápita/año, el 64 por ciento de los cuales se utilizan en la producción de carne. En Túnez, esa cifra es de 1 100 m3/per cápita/año, el 27 por ciento de los cuales se destinan a la producción de carne. En el Estado de California, se estima que el riego aporta más del 70 por ciento del agua, y en Túnez casi el 60 por ciento. Naturalmente, muchas regiones, incluidas las dos que se han mencionado como ejemplo, importan y exportan alimentos y, por consiguiente, el agua que éstos llevan2.
2.11 El «agua azul» accesible, el 50 por ciento de la cual ya se destina a diversos usos en todo el mundo, no es sustituible en algunas de sus funciones: para beber las personas y abrevar los animales, para la higiene, el lavado, el saneamiento y los servicios municipales, para los procesos industriales, así como para los peces, la vida acuática y el medio ambiente. Por esta razón, tiene mayor valor que el «agua verde», en tanto que bien escaso, y su aplicación es especialmente eficiente para complementar la humedad del suelo cuando faltan las lluvias o éstas son insuficientes. Cuando el agua escasea, los esfuerzos se centrarán en recoger una mayor proporción del agua de lluvia, para suministrarla al sistema radicular de las plantas, con objeto de salvaguardar el «agua azul», más escasa.
La función del agua subterránea
2.24 El agua subterránea desempeña una función importante en la disponibilidad de recursos hídricos. A menudo, el sistema tradicional de evaluación de los recursos hídricos por medio de la escorrentía fluvial pasa por alto este hecho. Un tercio del caudal de los ríos procede de acuíferos subterráneos, los cuales representan el componente más estable del flujo superficial. En las zonas áridas y semiáridas, donde los acuíferos no están conectados sistemáticamente con la red fluvial o donde el agua superficial es rara y está desigualmente distribuida, el agua subterránea puede ser una fuente de abastecimiento. Por lo general, el agua subterránea sirve de protección contra el déficit estacional de lluvias. De este modo, por ejemplo, contribuye a evitar que la economía agrícola del subcontinente indio sufra las consecuencias de las fluctuaciones del clima monzónico. Sin embargo, en la actualidad se están agotando los acuíferos en algunas de las más importantes regiones productoras de alimentos como consecuencia del bombeo excesivo de aguas subterráneas. Esta tendencia se manifiesta en la mayor parte de las regiones áridas (por ejemplo en Asia, Méxi-co, el Cercano Oriente, Africa del Norte y el oeste de los Estados Unidos).
2.25 Los usuarios –los agricultores, por ejemplo– no pueden bombear indefinidamente agua de los acuíferos a mayor velocidad de la que se recarga. A medida que desciende la capa freática, resulta demasiado costoso continuar bombeando el agua o ésta resulta demasiado salada para irrigar los cultivos. El acuífero puede incluso agotarse completamente. Cuando el uso de agua subterránea excede la recarga natural, el nivel de utilización de agua es insostenible y no puede mantenerse a largo plazo. Además de agotar los suministros, la explotación indiscriminada del agua subterránea puede producir otros efectos irreversibles. En las zonas costeras puede suponer que el agua salada invada los acuíferos de agua dulce, contaminando los sumi-nistros y agotando por completo el depósito de agua subterránea. En algunos casos, esto puede acarrear, por efecto de la compactación geológica, una reducción permanente de la capacidad natural del acuífero para almacenar agua.
2.26 La contaminación de los acuíferos es un problema cada vez más grave en todo el mundo, especialmente para el suministro urbano. Cuando contaminantes como los nitratos procedentes de la agricultura o productos químicos vertidos por la industria penetran en el depósito de agua subterránea, contaminan el agua dulce almacenada. Restaurar las condiciones de salubridad en los acuíferos contaminados es una tarea que exige mucho tiempo.
La seguridad alimentaria y la seguridad de los recursos hídricos
2.27 Se considera que existe seguridad alimentaria cuando todas las familias poseen los medios físicos y económicos para conseguir alimentos suficientes para todos sus miembros y cuando dichas familias no corren el riesgo de perder la posibilidad de acceso a los alimentos. En último extremo, el determinante principal de la seguridad alimentaria es el poder de compra de la unidad familiar. A escala nacional, la seguridad alimentaria implica la autosuficiencia alimentaria, que permite cubrir las necesidades de alimentos mediante una combinación óptima de producción interna y comercio internacional.
2.28 En la mayor parte de los países de las regiones cálidas, la disponibilidad de agua per cápita es inferior ya al nivel que permitiría producir localmente los alimentos necesarios para alimentar a la población. En algunos de estos países, es necesario producir localmente alimentos suficientes que permitan hacer frente a una contingencia (una guerra o un embargo) que imposibilite la importación de alimentos. En determinados casos, esta política ha entrañado la explotación de agua fósil –recurso no renovable– para producir cultivos alimentarios de escaso valor. Generalmente, en estos casos los alimentos de producción nacional tienen un precio más elevado que en los mercados internacionales y ello redunda en perjuicio de la seguridad alimen-taria de las capas de la población de menores ingresos. La preocupación nacional respecto a la posibilidad de disponer de agua suficiente para la producción de alimentos es también una de las causas que provocan las denominadas «guerras del agua».
2.29 La autosuficiencia alimentaria exige que la economía genere las exportaciones suficientes para cubrir el costo de importar los alimentos necesarios para satisfacer las necesidades de la población y exige también que en alguna parte del mundo exista agua disponible para cultivar alimentos suficientes para toda la población del planeta. Depender del comercio comporta algunos riesgos, como el deterioro de las relaciones de intercambio en los mercados mundiales, la incertidumbre en el suministro y la inestabilidad de los precios.
2.30 En el contexto de la autosuficiencia alimentaria, la seguridad hídrica se consigue aplicando una política encaminada al desarrollo económico y a la utilización racional y sostenible del agua, que es un recurso limitado. La finalidad de esa política es satisfacer las necesidades de los usuarios de los sectores doméstico y urbano, así como las del comercio, el turismo y la industria, a fin de ofrecer oportunidades de empleo a la población. Sin duda, la falta de agua o el suministro irregular a las zonas urbanas se traduce en inquietud social, tensión política e inseguridad hídrica.
2.31Se han adoptado medidas para cuantificar las necesidades mínimas de agua compatibles con la seguridad hídrica. En el Cercano Oriente, las necesidades mínimas se han cifrado en 125 m3/per cápita/año. De esa cifra, 100 m3 se destinarían a cubrir las necesidades de uso doméstico, urbano e industrial y los 25 m3 restantes constituyen una pequeña asignación para el cultivo de hortalizas y para la cría de ganado y de pollo (Shuval, 1996). Teniendo en cuenta que alrededor del 65 por ciento del agua suministrada para uso doméstico, urbano e industrial puede reciclarse para la agricultura y otros usos industriales o urbanos para los que no es necesaria agua potable, la disponibilidad efectiva total de agua dulce y reciclada en estas condiciones de satisfacción de las necesidades mínimas podría alcanzar los 190 m3/per cápita/año3.






















Contribución de la regulación del agua al suministro de alimentos
La regulación del agua y la producción de alimentos
3.1 Como ya se ha señalado, del 30 al 40 por ciento de los alimentos producidos en el mundo procede de una superficie de regadío que tiene una extensión de 250 millones de ha. Las variaciones regionales, por lo que respecta a las tierras agrícolas regadas, son considerables: el 38 por ciento en Asia, el 15 por ciento en América Latina y el 4 por ciento en el Africa subsahariana. En el mundo en desarrollo, alrededor del 20 por ciento de la tierra labrantía total es de regadío, pero la intensidad del riego varía notablemente de unos a otros cultivos alimentarios. En los países en desarrollo, el incremento promedio del rendimiento en las tierras de regadío, en comparación con el que registran las tierras de secano es importante. Para la mayor parte de los cultivos oscilan entre el 50 y el 200 por ciento.
3.2 Existen amplias diferencias regionales en cuanto a la intensidad del riego para los diferentes cultivos alimentarios. Las adversas condiciones para la agricultura de secano explican que en el Cercano Oriente y Africa del Norte los sistemas de producción de alimentos dependan tan fuertemente del riego. En las tierras de regadío se obtiene la cuarta parte de la producción de trigo, todos los alimentos producidos en Egipto y más de la mitad de los que se producen en Iraq e Irán. En cambio, sólo el 10 por ciento de la producción agrícola procede de tierras de regadío en América Latina y el Caribe y en el Africa subsahariana, aunque varios países de esas subregiones, como Chile, el Perú y Madagascar, dependen del riego para una parte importante de su producción agrícola. Sin embargo, es en Asia donde el riego hace una mayor contribución a la seguridad alimentaria mundial: del sector del regadío procede el 80 por ciento de la producción de alimentos en el Pakistán, el 70 por ciento en China y más del 50 por ciento en la India e Indonesia.
El potencial de riego
3.3 La complejidad de los factores conceptuales y técnicos que intervienen hace difícil establecer el potencial de riego de un país. Aunque las estimaciones arrojan muchas veces resultados muy distintos, todas ellas coinciden en señalar que las posibilidades de expansión del riego es considerable. El estudio efectuado por el Banco Mundial/PNUD (1990) indica que la superficie de regadío de los países en desarrollo puede aumentar más de 110 millones de ha (el 59 por ciento), y que es en Asia donde existen mayores posibilidades de expansión (69 millones de ha).
3.4 Si se aprovechara al máximo el potencial de riego que se ha mencionado en el párrafo anterior (110 millones de ha) se obtendrían de 300 a 400 millones de toneladas de cereales adicionales, suficientes para garantizar la alimentación básica de 1 500-2 000 millones de personas. Sin embargo, para ello habría que realizar inversiones por valor de 500-1 000 millones de dólares EE.UU. Además, si la expansión del riego se efectuara al mismo ritmo que en los últimos 30 años, en el 2015 se habrían agotado las posibilidades de expansión; si el ritmo de incremento del riego fuera mucho menor que en los años ochenta, esa situación no se produciría hasta el año 2025.
La sequía y el aprovechamiento del agua
3.5 La variabilidad de las lluvias es una característica del clima tan importante como la media anual de las precipitaciones. Unos valores inferiores a la media no corresponden necesariamente a una situación de sequía, que se produce cuando el volumen de las precipitaciones es inferior al normal. En las zonas de lluvias abundantes, una disminución del 50 por ciento apenas incide negativamente en la producción agrícola, aunque puede afectar de forma importante al caudal de los ríos («agua azul»). La sequía climatológica responde a unas pautas geográficas y estadísticas complejas. Se habla de sequía agrícola cuando el suministro de agua es insuficiente para satisfacer las necesidades de los cultivos o del ganado. Sin embargo, mientras que la escasez de agua es un rasgo permanente, la sequía es una condición temporal.
3.6 La sequía agrícola es una cuestión compleja y para evaluar sus efectos y efectuar la planificación agrícola no sólo hay que tener en cuenta los factores meteorológicos, sino también una serie de datos pormenorizados sobre los sistemas de cultivo, los suelos y la situación general de la economía. Con frecuencia, se produce una sequía invisible, cuyas causas hay que buscarlas no sólo en la climatología, sino en la degradación del medio ambiente. Las situaciones de sequía son frecuentes y agudas en la mayor parte de los países de Africa y la mitigación de sus profundos efectos será esencial para conseguir la seguridad alimentaria, la recuperación económica sostenible y el desarrollo.
3.7 Generalmente, no se han tenido en cuenta las consecuencias macroeconómicas de los avatares meteorológicos. Los efectos negativos no se dejan sentir sólo en el sector agrario, sino en el conjunto de la economía, pues afectan a la producción industrial, la generación de energía, las rentas del Estado, los ingresos de exportación y el PIB. Por ejemplo, se estima que los daños económicos de la sequía que afectó a Zimbabwe en 1991-92 duplicaron las pérdidas directas de la producción agrícola.
3.8 La vulnerabilidad frente a la sequía varía de un país a otro, en función del grado de desarrollo y de muchos otros factores. Entre los países más vulnerables figuran aquellos cuyas economías se hallan en las primeras fases de la transición de una agricultura de subsistencia a una economía agraria más moderna y productiva firmemente basada en el consumo urbano. A medida que aumenta la población son más las personas que se encuentran en situación de riesgo y la degradación y explotación progresivas pueden poner en peligro la base de recursos naturales. Los mecanismos de los efectos de la sequía sobre las sociedades humanas y sobre la agricultura son bien conocidos y durante los últimos veinte años se han perfeccionado los sistemas de alerta y la disposición para afrontarla.



3.9 El contexto local determina hasta qué punto la regulación del agua puede ser una inversión capaz de resistir la sequía. Un sistema de riego reforzado con una gran capacidad de almacenamiento de agua para varios años puede constituir una protección efectiva contra la sequía. Así ocurrió con la presa del Alto Aswan (Egipto), durante los años ochenta. En cambio, no se puede pretender que una capacidad de almacenamiento limitada, pensada únicamente para la regulación estacional, permita asegurar el abastecimiento de agua durante un período de sequía que se prolongue durante varios años. En los lugares en los que es posible organizarlo, el riego basado en las aguas subterráneas ha resultado efectivo frente a la sequía. Es de lamentar que en muchos casos la gestión deficiente del agua haya ocasionado, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, el agotamiento permanente de los acuíferos, con la pérdida consiguiente de la capacidad de almacenamiento de estos últimos.
3.10 En los proyectos de aprovechamiento del agua encaminados a garantizar el abastecimiento en los años de sequía, al efectuar el análisis económico hay que tener en cuenta determinados aspectos que se olvidan muchas veces, como el costo social de la sequía (especialmente el de la inseguridad alimentaria) y el daño irreparable que causa a la base de recursos naturales la utilización excesiva de los recursos durante esos períodos.
La situación en América Latina
3.31 La superficie de regadío en América Latina es de 13 millones de ha apro-ximadamente. El 50 por ciento de esa superficie corresponde a México, y el resto se distribuye, en su mayor parte, entre la Argentina, el Brasil, Chile y el Perú. La zona regada es aproximadamente el 15 por ciento de la tierra agrícola pero aporta una proporción mucho más alta de la producción agraria, que en el caso de México llega hasta el 50 por ciento. La producción de regadío se destina a cubrir la demanda interna de alimentos y fibra, pero en algunos países (Chile, Costa Rica, México y el Uruguay) es un componente importante de las exportaciones. Una gran parte de las tierras regadas (alrededor del 40 por ciento) es de titularidad privada. En determinados países, como el Brasil y Chile, los proyectos de riego financiados con capital privado han crecido mucho más deprisa que los que han contado con fondos públicos.
3.32 El riego controlado por el sector público ha seguido en esta región una trayectoria muy negativa. En muchos casos se subestimó ampliamente el tiempo necesario para implantar el riego y se dedicó más atención a la construcción del sistema que a su funcionamiento y, además, se ignoró a los usuarios en el proceso de adopción de decisiones. Estas deficiencias básicas, unidas a los problemas sociales y técnicos, se han traducido en una escasa eficiencia de los sistemas de riego. De hecho, sólo se riega realmente una pequeña parte de las tierras de regadío. Pero si es cierto que los sistemas públicos de riego no han realizado en modo alguno su potencial económico, han contribuido a la estabilidad social y al desarrollo económico de la región en los que se implantaron.
3.33 El deficiente funcionamiento de los sistemas públicos de riego y las dificultades financieras a las que se enfrentan muchos gobiernos han determinado la reducción de la intervención del Estado en este sector. Desde el comienzo de los años noventa, ha cobrado fuerza, en países como la Argentina, el Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, el Ecuador, Guatemala, México, Panamá y el Perú, la tendencia a transferir a los usuarios estos sistemas de riego. Destaca en ese sentido la experiencia de México, que ya ha transferido dos tercios de los 3 millones de ha de tierras públicas de regadío. El balance provisional de esta experiencia es positivo, pues en la mayor parte de los casos la distribución del agua es más eficiente y el mantenimiento más adecuado. Además, han aumentado las cantidades recaudadas en concepto de derechos por el uso del agua.
3.34 La región cuenta con abundantes recursos hídricos y con un importante potencial de riego (20 millones de ha), principalmente en el Brasil. Previ-siblemente, la evolución de la regulación del agua dependerá de las consideraciones financieras y su financiación recaerá mayoritariamente en el sector privado.
• el entorno macroeconómico es mejor que el de los últimos 20 años y el sector agrícola no está tan discriminado como lo estaba antes por efecto de unos tipos de cambio sobrevalorados y de otros mecanismos análogos;
• previsiblemente, las reformas macroeconómicas y la gestión cuidadosa de las importaciones en condiciones favorables harán subir los precios de los productos locales, con lo que se incrementará la remuneración de los agricultores;
• los costosos sistemas de riego de diseño y construcción internacional se están haciendo innecesarios, con el perfeccionamiento de la ingeniería local y la divulgación de tecnologías sencillas y apropiadas;
• tanto en las ciencias agrícolas como en la ingeniería continúan registrándose progresos, que mejorarán la eficiencia del uso del agua e incre-mentarán los rendimientos del riego;
• la inversión del sector privado en una serie de proyectos, que van desde pequeños sistemas de bombas individuales hasta grandes haciendas privadas, pone de manifiesto que el riego puede ser productivo.
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Utilización conjunta del agua de superficie y el agua subterránea
5.29 En la mayoría de los climas de todo el mundo, la precipitación, y la consiguiente escorrentía máxima que corresponde a una parte considerable de la descarga total de los ríos, se produce durante una determinada estación del año, que por lo general coincide con el momento de menor demanda de agua. Por consiguiente, el problema del desarrollo de los recursos hídricos consiste en transferir el agua de la temporada de oferta máxima a la temporada de menor demanda. La solución más obvia y más común a este problema consiste en almacenar el agua de superficie en presas, pero el almacenamiento subterráneo puede ser un sustituto adecuado de los sistemas de almacenamiento en la superficie.
5.30 Los embalses están expuestos a la evaporación y la filtración, así como a la sedimentación, lo que reduce la capacidad de almacenamiento. Entrañan pérdida de tierras y de habitaciones humanas así como costosos sistemas de canales para la distribución del agua. Sin embargo, en algunos casos pueden proporcionar energía hidroeléctrica y ser un medio para prevenir las inundaciones. El reasentamiento, si se lleva a cabo con sumo cuidado, puede tener éxito si los embalses proporcionan recursos pesqueros. El agua subterránea puede ser una alternativa a los embalses de superficie, pues están menos expuestos a la evaporación y son menos sensibles a las lluvias recientes, causan menos daños sociales y tienen un menor efecto ambiental (a menos que el agua sea salina), los costos de capital son más baratos que en el caso de las presas, y el almacenamiento puede estar más cerca de los usuarios. Sin embargo, es necesario tener en cuenta los costos ordinarios del bombeo del agua subterránea.
5.31 El uso conjunto del agua de superficie y el agua subterránea consiste en combinar el uso de ambas fuentes de agua a fin de reducir en todo lo posible los efectos físicos, ambientales y económicos indeseables y mejorar el equilibrio de la demanda y la oferta de agua. Una solución muy interesante es almacenar el exceso del agua de superficie para recuperarlo durante los períodos secos. Debe estudiarse sistemáticamente esta posibilidad cuando se piense organizar un programa de gestión de una cuenca fluvial.
5.32 Los principales factores que se deben tener en cuenta al evaluar la viabilidad del uso conjunto del agua de superficie y el agua subterránea son:
• la capacidad de almacenamiento subterráneo, que debe permitir la absorción en poco tiempo de grandes volúmenes del agua de las avenidas;
• la capacidad de producción de los acuíferos, que debe permitir recuperar el agua almacenada como una descarga considerable por unidad de pozo de producción;
• la disponibilidad de un excedente de agua de superficie o de agua residual para recargar los acuíferos;
• los beneficios económicos y ambientales derivados de esta opción en comparación con la posibilidad del almacenamiento en la superficie.

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