martes, 28 de julio de 2009

Agroecosistemas

El Agroecosistema:
determinantes, recursos,
procesos y sustentabilidad
Los términos agroecosistema, sistema agrícola y sistema agrario han sido utilizados
para describir las actividades agrícolas realizadas por grupos de gente. Sistema de
alimentación, en cambio, es un término más amplio que incluye producción agrícola,
distribución de recursos, procesamiento y comercialización de productos dentro de
una región y/o país agrícola (Krantz 1974). Obviamente, un agroecosistema se puede
definir de muchas maneras, pero este libro se centra fundamentalmente en los sistemas
agrícolas dentro de pequeñas unidades geográficas. De este modo, el énfasis
está en las interacciones entre la gente y los recursos de producción de alimentos al
interior de un predio o incluso un área específica. Resulta difícil delinear los límites
exactos de un agroecosistema. Sin embargo, debería tenerse en mente que los
agroecosistemas son sistemas abiertos que reciben insumos del exterior, dando como
resultado productos que pueden ingresar en sistemas externos (Figura 3.1).
Una de las contribuciones importantes de la agroecología es llegar a algunos principios
básicos relacionados con la estructura y función de los agroecosistemas:
1. El agroecosistema es la unidad ecológica principal. Contiene componentes
abióticos y bióticos que son interdependientes e interactivos, y por intermedio de los
cuales se procesan los nutrientes y el flujo de energía.
2. La función de los agroecosistemas se relaciona con el flujo de energía y con el
ciclaje de los materiales a través de los componentes estructurales del ecosistema el
cual se modifica mediante el manejo del nivel de insumos. El flujo de energía se
refiere a la fijación inicial de la misma en el agroecosistema por fotosíntesis, su
transferencia a través del sistema a lo largo de una cadena trófica y su dispersión
final por respiración. El ciclaje biológico se refiere a la circulación continua de elementos
desde una forma inorgánica (geo) a una orgánica (bio) y viceversa.
3. La cantidad total de energía que fluye a través de un agroecosistema depende
de la cantidad fijada por las plantas o productores y los insumos provistos mediante
su administración. A medida que la energía se transfiere de un nivel trófico a otro se
pierde una cantidad considerable para la futura transferencia. Esto limita el número y
cantidad de organismos que pueden mantenerse en cada nivel trófico.
4. El volumen total de materia viva puede ser expresado en términos de su biomasa.
La cantidad, distribución y composición de biomasa varía con el tipo de organismo,
el ambiente físico, el estado de desarrollo del ecosistema y de las actividades humanas.
Una gran proporción del componente orgánico en el ecosistema esta compuesto
de materia orgánica muerta (DOM), en el cual la mayor proporción esta compuesta
de material de las plantas.
5. Los agroecosistemas tienden hacia la maduración. Estos pueden pasar de formas
menos complejas a estados más complejos. Este cambio direccional es sin embargoinhibido en la agricultura moderna al mantener monocultivos caracterizados por la
baja diversidad y la baja maduración.
6. La principal unidad funcional del agroecosistema es la población del cultivo.
Esta ocupa un nicho en el sistema, el cual juega un rol particular en el flujo de la
energía y en el ciclaje de nutrientes, aunque la biodiversidad asociada también juega
un rol funcional clave en el agroecosistema.
7. Un nicho dentro de un agroecosistema dado no puede ser ocupado simultánea e
indefinidamente por una población autosuficiente de más de una especie.
8. Cuando una población alcanza los límites impuestos por el ecosistema, su número
debe estabilizarse o, si esto no ocurre, debe declinar (a menudo bruscamente)
debido a enfermedades, depredación, competencia, poca reproducción, etc.
9. Los cambios y las fluctuaciones en el ambiente (explotación, alteración y competencia)
representan presiones selectivas sobre la población.
10. La diversidad de las especies esta relacionada con el ambiente físico. Un ambiente
con una estructura vertical más compleja alberga en general más especies que
uno con una estructura más simple. Así, un sistema silvicultural contendrá más especies
que en un sistema basado en el cultivo de cereales. De manera similar, un ambiente
benigno y predecible, alberga más especies que en un ambiente más impredecible
y severo. Los agroecosistemas tropicales muestran una mayor diversidad que
los templados.
11. En situaciones de cultivos que están aislados, las tasas de inmigración se
tienden a equilibrar con las tasas de extinción. Mientras más cerca esté el cultivo
isla a una fuente de población, mayor será la tasa de inmigración por unidad de
tiempo. Mientras más grande sea el cultivo isla, mayor será su capacidad de carga
para cada especie. En cualquier situación isla, la inmigración de las especies declina
a medida que más especies se establecen y menos inmigrantes representan nuevas
especies. Clasificación de los agroecosistemas
Cada región tiene una configuración única de agroecosistemas que son el resultado
de las variaciones locales en el clima, el suelo, las relaciones económicas, la estructura
social y la historia (Tabla 3.1). De esta manera, un estudio acerca de los
agroecosistemas de una región está destinado a producir tanto agriculturas comerciales
como de subsistencia, utilizando niveles altos o bajos de tecnología, dependiendo
de la disponibilidad de tierra, capital y mano de obra. Algunas tecnologías en los
sistemas más modernos aspiran a la preservación de recursos (dependiendo de insumos
bioquímicos), mientras que otras hacen hincapié en el ahorro de mano de obra
(insumos mecánicos). Los agricultores tradicionales, pobres en recursos generalmente
adoptan sistemas más intensivos, y hacen hincapié en el uso óptimo y reciclaje de los
recursos escasos.
A pesar de que cada finca es distinta, muchas muestran una similitud familiar y de
este modo se pueden agrupar como un tipo de agricultura o agroecosistema. Una
zona con tipos de agroecosistemas similares se puede denominar como una región
agrícola. Whittlesay (1936) reconoció cinco criterios para clasificar a los
agroecosistemas de una región: (1) la asociación de cultivos y ganado; (2) los métodos
para producir los cultivos y el ganado; (3) la intensidad en el uso de la mano de
obra, capital, organización y la producción resultante; (4) la distribución de los productos
para el consumo (ya sea que se utilicen para la subsistencia en la finca o para
la venta) y (5) el conjunto de estructuras usadas para la casa y facilitar las operaciones
de la finca.
Basados en estos criterios, en ambientes tropicales es posible reconocer siete tipos
específicos de sistemas agrícolas (Grigg 1974, Norman 1979):
1. Sistemas de cultivo itinerante.
2. Sistemas semi-permanente de cultivo de secano.
3. Sistemas permanente de cultivo de secano.
4. Sistemas arables bajo riego.
5. Sistemas de cultivos perennes.
6. Sistemas con ganado-cultivo (alternando cultivos arables con sembrado de
pasturas).
Claramente estos sistemas están siempre cambiando, forzados por la población
itinerante, la disponibilidad de recursos, la degradación ambiental, el crecimiento
económico o decaimiento, cambio político, etc. Estos cambios pueden ser explicados
por las respuestas de los agricultores a las variaciones en el ambiente físico,
precios de los insumos y productos, innovación tecnológica y crecimiento poblacional.
Por ejemplo la Tabla 3.2 ilustra algunos de los factores que influyen el cambio del
sistema de cultivo itinerante a sistemas permanentes más intensivos de agricultura
en Africa (Protheroe 1972).

Determinantes del agroecosistema que influyen el tipo de agricultura de cada región.
TIPO DE DETERMINANTES
Factores Físicos
Radiación
Temperatura
Lluvia, suministro de agua
(humedad, presión)
Condiciones del suelo
Declive
Disponibilidad de tierra
Biológicos
Plagas de insectos
y enemigos naturales
Comunidades de malezas
Enfermedades de plantas
y animales
Biota del suelo
Entorno de vegetación natural
Eficiencia de fotosíntesisModelos de cultivos
Rotación de cultivos
Socioeconómicos
Densidad de población
Organización social
Economía (precios, mercados,
capital y disponibilidad de crédito)
Asesoría técnica
Herramientas de cultivo
Grado de comercialización
Disponibilidad de mano de obra
Culturales
Conocimiento tradicional
Creencias
Ideología
División sexual del trabajo
Hechos históricos

Los recursos de un agroecosistema
Norman (1979) agrupó la combinación de recursos encontrados comúnmente en un
agroecosistema en cuatro categorías:
Recursos naturales. Los recursos naturales son los elementos que provienen de
la tierra, del agua, del clima y de la vegetación natural siendo explotados por el
agricultor para la producción agrícola. Los elementos más importantes son el áreadel predio, lo que incluye su topografía, el grado de fragmentación de la propiedad,
su ubicación con respecto a los mercados, la profundidad del suelo, la condición
química y los atributos físicos; la disponibilidad de agua subterránea y en la superficie;
pluviosidad promedio, evaporación, irradiación solar y temperatura (su variabilidad
estacional y anual); y la vegetación natural que puede ser una fuente importante
de alimento, forraje para animales, materiales de construcción o medicinas para
los seres humanos, influyendo en la productividad del suelo de los sistemas de cultivos
migratorios.
Recursos humanos. Los recursos humanos están compuestos por la gente que
vive y trabaja dentro de un predio y explota sus recursos para la producción agrícola,
basándose en sus incentivos tradicionales o económicos. Los factores que afectan
estos recursos incluyen: (a) el número de personas que el predio tiene que sustentar
en relación con la fuerza de trabajo y su productividad, la cual gobierna el superávit
disponible para la venta, trueque u obligaciones culturales; (b) la capacidad para
trabajar, influida por la nutrición y la salud; (c) la inclinación al trabajo, influida por
el nivel económico y las actitudes culturales para el tiempo libre; y (d) la flexibilidad
de la fuerza de trabajo para adaptarse a variaciones estacionales en la demanda de
trabajo, es decir, la disponibilidad de la mano de obra contratada y el grado de cooperación
entre los agricultores.
Recursos de capital. Los recursos de capital son los bienes y servicios creados,
comprados o prestados por las personas asociadas con el predio para facilitar la explotación
de los recursos naturales para la producción agrícola. Los recursos de capital
pueden agruparse en cuatro categorías principales: (a) recursos permanentes, como
modificaciones duraderas a los recursos de tierra o agua orientados hacia la producción
agrícola; (b) recursos semipermanentes o aquellos que se deprecian y tienen que
ser reemplazados periódicamente como graneros, cercas, animales de tiro, herramientas;
(c) recursos operacionales o artículos de consumo utilizados en las operaciones
diarias del predio, como fertilizantes, herbicidas, abonos y semillas; y (d)
recursos potenciales o aquellos que el agricultor no posee pero de los que puede
disponer teniendo que reembolsarlos en el tiempo, como el crédito y la ayuda de
parientes o amigos.
Recursos de producción. Los recursos de producción comprenden la producción
agrícola del predio como de los cultivos y el ganado. Estos se transforman en recursos
de capital si se venden y los residuos (cultivos, abono) son insumos nutrientes
reinvertidos en el sistema.
Procesos ecológicos en el agroecosistema
Cada agricultor debe manipular los recursos físicos y biológicos del predio para la
producción. De acuerdo con el grado de modificación tecnológica, estas actividades
influyen en los cinco procesos: energéticos, hidrológicos, biogeoquímicos,
sucesionales y de regulación biótica. Cada uno puede evaluarse en términos de insumos,
productos, almacenamiento y transformaciones.
Procesos energéticos
La energía entra en un agroecosistema como luz solar y sufre numerosas transformaciones
físicas. La energía biológica se transfiere a las plantas mediante la fotosíntesis
(producción primaria) y de un organismo a otro mediante la cadena trófica (consu-mo). A pesar de que la luz solar es la única fuente de energía principal en la mayoría
de los ecosistemas naturales, también son importantes el trabajo humano y animal,
los insumos de energía mecanizados (tales como el arado con un tractor). La energía
humana forma la estructura del agroecosistema, por consiguiente el flujo de energía
a través de decisiones acerca de la producción primaria y la proporción de esa producción
se canaliza a los productos para el uso humano (Marten 1986).
Los diversos insumos de un sistema agrícola: radiación solar, mano de obra, trabajo
de las máquinas, fertilizantes y herbicidas, se pueden convertir en valores energéticos.
Asimismo, los productos del sistema: vegetales y animales, también pueden
expresarse en términos de energía. Debido a que el costo y la disponibilidad de la
energía proveniente de los combustibles fósiles son cuestionables, los insumos y los
productos se han cuantificado para diferentes tipos de agriculturas con el objeto de
comparar su intensidad, rendimiento y productividad laboral y los niveles de bienestar
que estos proporcionan.
Se han reconocido tres etapas en el proceso de intensificación de la energía en la
agricultura (Leach 1976), de los cuales, hoy en día, se pueden encontrar ejemplos en
diferentes partes del mundo: (a) preindustrial, sólo con insumos de mano de obra
relativamente bajos; (b) semindustrial, con altos insumos de fuerza animal y humana;
y (c) totalmente industrial, con insumos muy altos de combustibles fósiles y
maquinaria. En los EE.UU. durante los últimos 50 años, se ha generalizado una disminución
en la capacidad humana, asociada a la rápida intensificación de la energía
en la explotación agrícola. Este proceso de intensificación ha sido también acompañado
por un aumento en la densidad de energía. Bayliss-Smith (1982) en su análisis
comparativo de siete tipos de sistemas agrícolas encontró que la eficiencia total de la
utilización de la energía (relación de energía) disminuye a medida que la dependen-
FIGURA 3.3. Relaciones de insumos, productos y energía de siete sistemas agrícolas. I. Sistema agrícola
tradicional en Nueva Guinea (sistemas de cultivos migratorios, huertos domésticos), II. Sistema de
explotación británico preindustrial (sistema de cereales/ovinos), III. Sistema agrícola de Java (huertos
de taro, cocoteros y pesca), IV. Sistema pre-Revolución Verde del sur de la India (caña de azúcar, arroz,
mijo, pastura de novillos), V. Postrevolución Verde del sur de la India (caña de azúcar, arroz, mijo y
pastura de novillos). VI. Predio colectivo Ruso (papas, cereales, pastura), VII. Agricultura británica
moderna (cereales, pastizales y pastos permanentes) (Bayliss-Smith 1982). cia de los combustibles fósiles aumenta. De este modo, en una agricultura
industrializada la ganancia neta de la energía proveniente de la agricultura es pequeña,
debido a que se gasta mucho en su producción (Figura 3.3).
La productividad de los cultivos arables también depende del tipo y cantidad de
subsidio de energía. La variación en los subsidios de energía y las etapas de intensificación
de la energía están claramente presentadas en la Tabla 3.3. Una comparación
entre las acumulaciones de energía para la producción de maíz en México y
Guatemala y aquellas en los EE.UU. revela un número importante de detalles. El
rendimiento de este último país es de alrededor tres a cinco veces más que en los
primeros. Además, a medida que la mano de obra se ha ido reemplazando progresivamente,
primero por la fuerza animal y luego por el combustible y la maquinaria, la
dependencia energética aumenta casi 30 veces y la relación insumo-energía/producción-
energía disminuye en forma significativa.
Procesos biogeoquímicos
Los principales insumos biogeoquímicos de un agroecosistema son los nutrientes
liberados del suelo, de la fijación del nitrógeno atmosférico por las leguminosas, de
la fijación de nitrógeno no simbiótico (que es particularmente importante en el cultivo
del arroz), de los nutrientes contenidos en la lluvia y en las aguas que fluyen
constantemente, de los fertilizantes y nutrientes en los alimentos comprados por seres
humanos, del forraje para el ganado o del abono animal.
Las salidas importantes incluyen nutrientes en cultivos y ganado consumidos o
exportados desde el predio. Otras pérdidas se asocian con la lixiviación más allá de
la zona de raíces, desnitrificación y volatilización del nitrógeno, pérdidas de nitrógeno
y azufre hacia la atmósfera cuando se quema la vegetación, los nutrientes perdidos
en la erosión del suelo causado por el escurrimiento o el viento y los nutrientes
en excrementos humanos o del ganado que el predio pierde. Además, existe un almacenamiento
bioquímico, que incluye al fertilizante almacenado y al abono acumulado,
junto a los nutrientes en la zona radicular del suelo, el cultivo establecido, la
vegetación y el ganado.
Durante la producción y el consumo, los nutrientes minerales se trasladan
cíclicamente a través de un agroecosistema. Los ciclos de algunos de los nutrientes
mas importantes (nitrógeno, fósforo y potasio), son bien conocidos en muchos
ecosistemas naturales y agrícolas (Todd et al. 1986). Durante la producción, los elementos
se transfieren del suelo a las plantas y animales y viceversa. Cada vez que la
cadena del carbono se rompe separándose por una diversidad de procesos biológi-cos, los nutrientes vuelven al suelo donde pueden mantener la producción de las
plantas (Marten 1986, Briggs y Courtney 1985).
Los agricultores sacan e incorporan nutrientes del agroecosistema cuando añaden
elementos químicos o fertilizantes orgánicos (abono o compost) o remueven la cosecha
o cualquier otro material vegetal del predio. En los agroecosistemas modernos,
los nutrientes se reemplazan con fertilizantes comprados. Los agricultores de bajos
ingresos que no pueden adquirir los fertilizantes comerciales, mantienen la fertilidad
del suelo recolectando materiales nutritivos fuera de los campos cultivados, por ejemplo,
abono recolectado en pasturas o recintos en los que se encierran los animales por
la noche. Este material orgánico se complementa con hojarasca y otros materiales
vegetales de los bosques cercanos. En regiones de América Central, los agricultores
esparcen anualmente hasta 40 toneladas métricas de humus por hectárea, sobre los
campos de hortalizas cultivadas en forma intensiva (Wilken 1977). Los materiales
vegetales de desecho se convierten en compost con los desechos domésticos y el
abono proveniente del ganado.
Otra estrategia para explotar la capacidad del sistema de cultivo es reutilizar sus
propios nutrientes almacenados. En los agroecosistemas sembrados intercaladamente,
la poca perturbación y los doseles cerrados promueven la conservación y el reciclaje
de nutrientes (Harwood 1979). Por ejemplo, en un sistema agroforestal los minerales
perdidos por los cultivos anuales son rápidamente absorbidos por los cultivos perennes.
Además, la propensión de algunos cultivos a quitar nutrientes, es contrarrestada
al agregar materia orgánica de otros cultivos. El nitrógeno del suelo puede aumentarse
al incorporar leguminosas en la mezcla y la asimilación del fósforo se puede incrementar,
de cierto modo, en cultivos con asociaciones de micorrizas. La diversidad
incrementada en los sistemas de cultivo se asocia generalmente con las zonas
radiculares más extensas, lo que aumenta la captura de nutrientes. La optimización
del proceso biogeoquímico requiere del desarrollo de una estructura del suelo y de
una fertilidad adecuada, dependiendo de:
Adición regular de residuos orgánicos
Nivel de actividad microbial suficiente como para asegurar el decaimiento de los
materiales orgánicos
Condiciones que aseguren la actividad continua de las lombrices de tierra y otros
agentes estabilizadores del suelo
Cobertura proteccional de la vegetación
Procesos hidrológicos
El agua es una parte fundamental de todos los sistemas agrícolas. Además de su
papel fisiológico, el agua influye en los insumos y las pérdidas de nutrientes a y
desde el sistema por medio de la lixiviación y la erosión. El agua penetra en un
agroecosistema en forma de precipitaciones, aguas que fluyen constantemente y por
el riego; se pierde a través de la evaporación, la transpiración, del escurrimiento y del
drenaje más allá de la zona de efectividad de las raíces de las plantas. El agua consumida
por la gente y el ganado en el predio puede ser importante (por ejemplo, en los
sistemas de pastoreo), pero generalmente es pequeña en cuanto a su magnitud.
El agua se almacena en el suelo, en donde es utilizada directamente por los cultivos
y la vegetación, en forma de agua subterránea que puede extraerse para el uso
humano, del ganado o de los cultivos y en almacenamientos construidos, tales como
estanques del predio. En términos generales, el equilibrio del agua dentro de un agroecosistema en particular,
se puede expresar como: S = R + Li - Et - P - Lo + So donde S es el contenido
de la humedad del suelo al momento de estudiarlo, R es el agua lluvia efectiva (agua
lluvia menos intercepción), Li es el flujo lateral de agua hacia el suelo, Et es la
evapotranspiración, P es la percolación profunda, Lo es el flujo de salida
(escurrimiento) y So es el contenido de humedad original del suelo (Norman 1979,
Briggs y Courtney 1985).
Todos estos factores son afectados por las condiciones del suelo, de la vegetación
y por las prácticas agrícolas. El drenaje y la labranza agrícola, por ejemplo, aceleran
las pérdidas por percolación profunda; la remoción de los cultivos aumenta la cantidad
de lluvia que llega al suelo y reduce la evapotranspiración; los cambios en la
estructura del suelo debido al control de residuos de labranza, la rotación de cultivos
o el uso de abonos afecta la tasa de percolación y el flujo lateral. Uno de los controles
principales de la acumulación de humedad en el suelo es ejercido por la cobertura de
los cultivos, puesto que influye en los insumos y en las pérdidas ejercidas hacia ycomo mulch, reduce las pérdidas de agua provenientes de la evapotranspiración y
aumenta los contenidos de humedad del suelo.
En la agricultura de secano es importante saber que cuando R es mayor que Et, la
zona de raíces se encuentra completamente cargada, definiendo así la temporada
efectiva de crecimiento de cultivos. Durante este período, el escurrimiento y el drenaje
pueden darse, influyendo en el nivel de lixiviación de los nutrientes solubles, la
tasa de erosión del suelo, etc. Dentro de la escala: R + Et/2 a R = Et/10, la maduración
y el crecimiento del cultivo dependen principalmente de la disponibilidad de la
reserva de agua del suelo o del riego (Norman 1979).
En la mayoría de las zonas tropicales de secano el potencial agrícola de la zona
depende de la duración de la temporada lluviosa y de la distribución de las precipitaciones
durante este período. Los climas satisfactorios para los cultivos son aquellos
en los que las precipitaciones exceden la evapotranspiración real durante por
lo menos 130 días y la extensión de un ciclo de crecimiento promedio para la mayoría
de los cultivos anuales. El número de meses húmedos consecutivos, es otro
criterio ambiental importante. El potencial para el cultivo secuencial (bajo condiciones
de secano) es limitado si existen menos de 5 meses húmedos consecutivos
(Beets 1982).
La lluvia es el principal determinante del tipo de cultivo adoptado en el sistema de
cultivos local. En Africa, en donde la precipitación anual es más de 600 mm, los
sistemas de cultivo se basan por lo general en maíz. En Asia tropical, donde la precipitación
es más de 1.500 mm/año con al menos 200mm/mes de lluvia durante tres
meses consecutivos, los sistemas de cultivo se basan por lo general en el arroz. Puesto
que el arroz necesita más agua que otros cultivos y debido a que es el único que
tolera las inundaciones, solo se planta en el momento de máxima precipitación. Con
el objeto de utilizar la humedad residual y las mayores intensidades de luz durante la
temporada seca (Figura 3.4), se puede plantar una combinación de cultivos en mesetas
al comienzo o al final de las lluvias. Los sistemas de cultivos mixtos como el
maíz y el maní, por ejemplo, a menudo utilizan mejor el final de la temporada lluviosa
(sistema II en la Figura 3.4.).
Otra posibilidad es la de combinar un sistema de cultivo doble y de relevo en el
que el arroz trasplantado se establece lo más temprano posible (sistema III en la
Figura 3.4.). Al arroz le siguen los caupíes cultivados utilizando técnicas de labranza
mínima y cucurbitáceas que se siembran posteriormente en relevo (Beets 1982).
Procesos sucesionales
La sucesión, el proceso por el cual los organismos ocupan un sitio y modifican gradualmente
las condiciones ambientales de manera que otras especies puedan reemplazar
a los habitantes originales, se modifica radicalmente con la agricultura moderna.
Los campos agrícolas generalmente presentan etapas sucesivas secundarias en
las que una comunidad existente es perturbada por la deforestación y el arado para
establecer en el lugar una comunidad simple, hecha por el hombre. La Figura 3.5a
ilustra lo que ocurre cuando la sucesión se simplifica con el establecimiento de los
monocultivos. En la agricultura convencional, la tendencia natural hacia la complejidad
se detiene utilizando productos agroquímicos (Savory 1988). Al sembrar
policultivos, la estrategia agrícola acompaña la tendencia natural hacia la complejidad;
el incremento de la biodiversidad del cultivo tanto sobre como debajo del sueloimita la sucesión natural y así se requieren menos insumos externos para mantener la
comunidad del cultivo (Figura 3.5b).
Procesos de regulación biótica
El control de la sucesión (invasión de plantas y competencia) y la protección contra
las plagas de insectos y enfermedades son los principales problemas en la mantención
de la continuidad de la producción en los agroecosistemas. Los agricultores han
usado diversos métodos en forma universal. Estos son: ninguna acción, acción preventiva
(usos de variedades de cultivos resistentes, manipulación de fechas de siembra,
espaciamiento en hileras, modificación del acceso de plagas a las plantas) o la
acción sucesiva (pesticidas químicos, control biológico, técnicas culturales). Las estrategias
ecológicas del control de plagas generalmente emplean una combinación
de estos tres métodos, que apuntan a hacer del campo un lugar menos atractivo para
las plagas, convirtiendo el ambiente en inadecuado para éstas pero favorable para los
enemigos naturales, interfiriendo con el movimiento de las plagas de un cultivo a
otro o alejándolas de los cultivos. Todos estos métodos se discutirán en los capítulos
13, 14 y 15, puesto que atañen al control de los insectos, malezas y enfermedades de
las plantas en los agroecosistemas.
Los científicos que perciben el agroecosistema como el resultado de la coevolución
entre los procesos sociales y naturales, establecen que los procesos ecológicos mencionados
corren paralelamente y son interdependientes con un flujo socioeconómico,
tal como el desarrollo y/o adopción de sistemas y tecnologías agrícolas que son elresultado de las interacciones entre los agricultores con sus conocimientos y su entorno
biofísico y socioeconómico. El entendimiento de esta coevolución y el patrón
de flujo paralelo e interdependiente provee la base para el estudio y el diseño de
agroecosistemas sustentables.

domingo, 26 de julio de 2009

Características de la agricultura orgánica

Características de la agricultura orgánica
La diferencia más importante entre la agricultura orgánica y la convencional radica en que los agricultores orgánicos evitan o restringen el uso de fertilizantes y pesticidas químicos en sus prácticas agrícolas, mientras que los agricultores convencionales pueden usarlos extensivamente (Oelhaf 1978). De hecho, los agricultores orgánicos utilizan maquinaria moderna, las variedades de cultivo recomendadas, semilla certificada, manejo perfecto del ganado, las prácticas recomendadas para la conservación del suelo y del agua e innovadores métodos de reciclaje de desechos orgánicos y manejo de residuos.
Los programas de investigación sobre los sistemas de cultivo orgánico fueron muy limitados hasta comienzos de la década de los ochenta . Estudios pioneros realizados por Oelhaf (1978), Lockeretz et al. (1978, 1981), Pimentel et al. (1983) y
USDA (1980) referentes a la agricultura orgánica en Estados Unidos proporcionan la comparación más detallada entre los sistemas agrícolas orgánicos y los convencionales.
Dichos estudios concluyeron que:
1. En los predios orgánicos las cosechas de maíz y soya fueron inferiores a las de los predios convencionales en cerca de un 10% y un 5% respectivamente. En condiciones
de crecimiento muy favorables, las producciones convencionales resultaron considerablemente mayores que las orgánicas. Sin embargo, en condiciones más secas, los agricultores orgánicos obtuvieron resultados similares o mejores que sus contrapartes convencionales. Una vez que se estableció la rotación de cultivo (3 ó 4 años), las producciones de los predios orgánicos comenzaron a aumentar, de manera que se acercaron a las de los métodos convencionales.
2. Los predios convencionales consumieron una cantidad de energía considerablemente mayor que los predios orgánicos, debido más que nada al mayor uso de sustancias petroquímicas. Además, desde el punto de vista del consumo energético, los predios orgánicos fueron mucho más eficientes que los convencionales
3. Muchos predios orgánicos se encuentran altamente mecanizados y sólo requieren
un poco más mano de obra que los predios convencionales. Los requerimientos de mano de obra alcanzaron un promedio de 3,3 horas-hombre por acre en los predios orgánicos y 3,2 horas-hombre por acre en los convencionales. No obstante, de acuerdo con el valor de la cosecha producida, los predios orgánicos requirieron un
11% más de mano de obra, puesto que su producción fue inferior (Lockeretz et al.
1978, 1981). En este estudio, las necesidades de mano de obra de los agricultores orgánicos resultaron similares a las de los agricultores convencionales para el maíz y los granos pequeños, pero mayores para la soya, ya que fue necesario más desyerbe manual. Otros estudios (Oelhaf 1978, Lockeretz et al. 1975) indican que los predios orgánicos generalmente necesitan más mano de obra que los convencionales, aunque de hecho hay excepciones. La cantidad de mano de obra que se requiere para cultivar orgánicamente constituye una limitación crucial para la expansión de algunos predios orgánicos y un importante factor disuasivo para aquellos agricultores convencionales que consideran la posibilidad de adoptar los métodos orgánicos.
De todas maneras, el cultivo orgánico conserva los recursos naturales y protege más el medio ambiente que la agricultura convencional. El aumento de la presión pública en cuanto a la conservación del suelo y agua y la protección del medio ambiente ha generado un aumento del interés mundial por las prácticas de cultivo orgánico.
Se han llevado a cabo estudios y evaluaciones más recientes sobre la agricultura orgánica, entre los cuales se cuentan el informe del National Research Council (NRC
1984) sobre Agricultura Alternativa y el texto de Lampkin (1992) sobre Agricultura
Orgánica. La principales conclusiones del NRC fueron:
1. Los sistemas agrícolas bien manejados casi siempre utilizan menos fertilizantes, antibióticos y pesticidas químicos sintéticos por unidad de producción en comparación con los predios convencionales. El uso reducido de estos insumos disminuye tanto los costos de producción como la posibilidad de efectos ambientales y salubres adversos de la agricultura, pero sin necesariamente reducir (en algunos casos los aumenta) los rendimientos de los cultivos por acre y la productividad de los sistemas de manejo de ganado.
2. Las prácticas alternativas de cultivos por lo general requieren más información, entrenamiento, tiempo y habilidades de manejo por unidad productiva que la agricultura convencional.
3. Muchas políticas gubernamentales desalientan la adopción de sistemas y prácticas alternativas y penalizan económicamente a aquellos que adoptan rotaciones, aplican ciertos sistemas de conservación del suelo o intentan reducir las aplicaciones de plaguicidas.
Sistemas de cultivo
La mayoría de los sistemas de cultivo orgánico incluyen una rotación basada en las leguminosas utilizadas como abono verde o cultivos de cobertura (Parr et al. 1983).
Las pautas para la planificación de secuencias de cultivos en la rotación se basa en la selección de cultivos balanceados que sean:
• Apropiados para el tipo de suelo local
• Cultivados con éxito en el área
• Cosechados fácilmente con equipo disponible
La selección de la proporción deseada de cultivo invierno: verano y la siembra de leguminosas en suelos con baja concentración de nitrógeno son esenciales para una buena rotación . Luego de las leguminosas o el barbecho, se siembran cultivos ricos en proteína. Se toma en consideración la micorriza de cada cultivo en la secuencia, y en regiones templadas se recomienda no volver a cultivar trigo durante 5 ó 6 años en presencia de nemátodos. La práctica usual consiste en alternar un cultivo tipo abono verde con un cultivo que requiera mucho nitrógeno (maíz, trigo, sorgo).
Por ejemplo, en la zona maicera de Estados Unidos, la rotación típica de un predio orgánico consistiría en 3 años de alfalfa, 1 año de maíz (o trigo), 1 año de soya, 1 año de maíz, 1 año de soya y luego nuevamente alfalfa. Las leguminosas forrajeras proporcionan una fuente de nitrógeno fijado biológicamente para el sistema orgánico.
Luego, el forraje se da como alimento a los animales en lugar de comercializarlo directamente, reduciendo de esta manera al mínimo la salida de nutrientes fuera del predio. La productividad del suelo también es incrementada mediante la reincorporación a la tierra del abono animal junto con los rastrojos del cultivo.
Otro ejemplo lo constituye una rotación típica de siete temporadas compuesta por tres temporadas de alfalfa y su incorporación al suelo, seguida de cuatro temporadas de cultivos cosechables: una de trigo, luego una de soya, otra de trigo y finalmente una de avena. Luego, el ciclo puede comenzar nuevamente. En la primera temporada de cultivo, el trigo al crecer absorberá una parte del nitrógeno producido por la alfalfa; la soya, dado que es una leguminosa, agotará mucho menos el nitrógeno del suelo. Se deja la avena para el final del ciclo, porque requiere menos nutrientes que el trigo.

sábado, 18 de julio de 2009

Agricultura Tradicional

Agricultura tradicional
Alrededor del 60% de la tierra cultivada del mundo todavía se explota mediante métodos tradicionales y de subsistencia (Ruthenberg 1971). Este tipo de agricultura se ha beneficiado gracias a siglos de evolución cultural y biológica, mediante lo cual se ha adaptado a las condiciones locales (Egger 1981). Así, los pequeños agricultores han creado y/o heredado sistemas complejos de agricultura que, durante siglos, los han ayudado a satisfacer sus necesidades de subsistencia, incluso bajo condiciones ambientales adversas (en suelos marginales, en áreas secas o de fácil inundación, con pocos recursos) sin depender de la mecanización o de los fertilizantes y pesticidas químicos. Generalmente, dichos sistemas agrícolas consisten en una combinación de actividades de producción y de consumo
La mayoría de los pequeños agricultores han empleado prácticas diseñadas para optimizar la productividad en el largo plazo, en vez de aumentarla al máximo en un corto plazo (Gliessman et al. 1981). Los insumos, por lo general, se originan en la región inmediata y el trabajo agrícola es realizado por seres humanos o animales quese abastecen de energía proveniente de fuentes locales. Trabajar con esta energía y con este tipo de restricciones ha hecho que los pequeños agricultores aprendan a reconocer y a utilizar los recursos que existen en su región (Wilken 1977). Los agricultores tradicionales son mucho más innovadores que lo que creen los especialistas. En realidad, las comparaciones de productividad entre la Revolución Verde y los sistemas agrícolas tradicionales han sido parciales y poco justas ya que ignoran el hecho que los agricultores tradicionales valoran la totalidad del sistema productivo agrícola y no sólo los rendimientos de un solo cultivo como es el caso del sistema de la Revolución Verde
Muchos científicos de los países desarrollados están comenzando a mostrar interés en la agricultura tradicional, especialmente en los sistemas diversificados de pequeña escala, buscando formas para remediar las deficiencias de la agricultura moderna.
Sin embargo, este traspaso de aprendizaje se debe dar rápidamente o esta riqueza del conocimiento tradicional práctico se perderá para siempre.
Características ecológicas de la agricultura tradicional
Muchas prácticas agrícolas, que una vez fueron consideradas como primitivas o erradas, se reconocen hoy como modernas y apropiadas por los investigadores. Debido a los problemas específicos de pendiente, inundaciones, sequías, plagas, enfermedades y poca fertilidad del suelo, pequeños agricultores de todo el mundo, han creado sistemas únicos de manejo para superar estas limitaciones. Los agricultores tradicionales han superado las limitaciones ambientales de sus sistemas de producción de alimentos, concentrándose en algunos procesos y principios (Knight 1980):
Continuidad y diversidad espacial y temporal. Se adoptan diseños múltiples de cultivo para asegurar una producción constante de alimentos y una cubierta vegetal para la protección del suelo. Al asegurar un abastecimiento de alimentos regular y diverso, se puede garantizar una dieta variada y adecuada en cuanto a la nutrición.
Una cosecha extensa de cultivos reduce la necesidad de almacenamiento a menudo, peligrosa en climas lluviosos. Una secuencia continua de cultivos también mantiene las relaciones bióticas (relación depredador/ presa, fijación del nitrógeno) que podrían beneficiar al agricultor.
Uso óptimo del espacio y los recursos. Un conjunto de plantas con diferentes hábitos de crecimiento, doseles y estructuras radiculares permiten un mejor uso de los insumos ambientales tales como nutrientes, agua y radiación solar. La combinación de cultivos permite utilizar al máximo un determinado ambiente. En los sistemas complejos agroforestales, se puede cultivar por debajo de la copa de los árboles, si es que penetra suficiente luz.
Reciclaje de los nutrientes. Los pequeños agricultores sustentan la fertilidad del suelo, manteniendo ciclos cerrados de nutrientes, energía, agua y desechos. Así, muchos agricultores enriquecen sus suelos con la recolección de nutrientes (tales como abono y humus de los bosques) que provienen de fuera de sus campos, adoptando sistemas de barbecho o de rotación o incluyendo leguminosas en sus patrones de cultivo intercalado.
Conservación del agua. En las áreas de secano, el régimen de lluvias es el determinante principal del sistema de cultivo y, por este motivo, los agricultores utilizan sistemas de cultivo según la cantidad y distribución de las lluvias. De este modo, en las áreas con poca humedad, los agricultores prefieren cultivos resistentes a la sequía (como Cajanus, camote, yuca, mijo y sorgo) y las técnicas de manejo ponen énfasis en la cubierta del suelo (como la aplicación de mulch) para evitar la evaporación y el escurrimiento. En los lugares en donde las precipitaciones son más de 1.500 mm/año, la mayoría de los sistemas de cultivo se basan en el arroz. En el caso de inundaciones constantes, los agricultores, en vez de invertir en costosos sistemas de drenaje, crean sistemas integrados de agricultura/acuicultura, como las chinampas en México Central.
Control de la sucesión y protección de los cultivos. Los agricultores han creado diversas estrategias para combatir con éxito a los organismos indeseados. Mezclas de cultivos y combinaciones de variedades protegen contra los catastróficos ataques de las enfermedades y plagas. Los doseles de los cultivos pueden inhibir el crecimiento de las malezas y reducir al mínimo la necesidad de controlarlas. Además, las prácticas de cultivo como la aplicación de mulch, los cambios en la durabilidad y las épocas de siembra, el uso de variedades resistentes y el uso de insecticidas botánicos y/o repelentes, pueden reducir al mínimo la interferencia de las plagas.
Ventajas de la diversidad de los cultivos
Quizás, una de las características más sorprendentes de los sistemas tradicionales agrícolas en la mayoría de los países en desarrollo, es el grado de diversidad de los cultivostanto en el tiempo como en el espacio. Esta diversidad se logra mediante el uso de sistemas de cultivos múltiples, es decir, policultivos. Por ejemplo, en las zonas tropicales de América Latina, el 60% del maíz se cultiva junto con otras especies.
El policultivo es una estrategia tradicional para promover la generación de una dieta diversa, la estabilidad de la producción, la reducción de los riesgos al mínimo, la disminución de la incidencia de los insectos y las enfermedades, el uso eficaz de la mano de obra, la intensificación de la producción con recursos limitados y aumento máximo de la rentabilidad con bajos niveles de tecnología (Francis et al. 1976,
Harwood 1979a). Los sistemas de policultivo ofrecen muchas ventajas sobre la agricultura basada en el monocultivo, que se practica en los países modernos, como se demuestra a continuación (Ruthenberg 1971; Altieri 1983; Francis 1986):
Rendimiento. El rendimiento total por hectárea, por lo general, es mayor que la producción de un cultivo exclusivo, incluso cuando se reduce la producción de los componentes individuales. Esta ventaja en el rendimiento generalmente se expresa como el índice equivalente del uso de la tierra (LER), que expresa el área de monocultivo que se necesita para rendir la misma cantidad que una hectárea de policultivo, utilizando la misma población de plantas. Si el LER es mayor que uno, el policultivo sobreproduce. Muchas de las asociaciones maíz/frijol y las triculturas maíz/frijol/ zapallo que han sido estudiadas son ejemplos de policultivos que se sobreproducen.
Utilización eficaz de los recursos. Las combinaciones tienen como resultado una utilización más eficaz de la luz, el agua y los nutrientes por parte de las plantas de diferentes alturas, estructura de doseles y necesidad de nutrientes. Se dice que las combinaciones de cultivo intercalado de larga duración tienen una ventaja cuando los nutrientes son limitados. De este modo, en los policultivos que combinan cultivos perennes y anuales, los minerales perdidos por los anuales son absorbidos rápidamente por los perennes. Por otra parte, la tendencia que tienen ciertos cultivos de «robar» nutrientes es contrarrestada por la enriquecedora adición de materia orgánica al suelo por parte de otros cultivos (como las leguminosas) que forman parte de la combinación.
Disponibilidad de nitrógeno. En las combinaciones cereal/leguminosa, el nitrógeno fijado proveniente de la leguminosa está disponible para el cereal, lo que mejora la calidad nutricional de la combinación. El maíz y los frijoles se complementan entre sí esencialmente respecto a los aminoácidos.
Disminución de las enfermedades y plagas. Las enfermedades y plagas no se pueden expandir tan rápidamente en las combinaciones debido a la susceptibilidad diferencial de las plagas y agentes patógenos y debido a la gran cantidad y eficacia de los enemigos naturales. En el Sudeste de Asia, por ejemplo, el maíz que crece en hileras distantes, dos o tres metros, y se cultiva intercaladamente con soya, maní, arroz de montaña y frijol mung, casi no presenta mildeu velloso, que normalmente, es una de las principales enfermedades del maíz. Al igual que en dicha parte del Asia, en Costa Rica, el virus clorótico y el mosaico del caupí afectan en menor grado al caupí cultivado en forma intercalada con yuca que a los monocultivos de caupí (Altieri y Liebman 1986). Los sistemas de cultivo diversificado pueden aumentar las oportunidades para los enemigos naturales y, en consecuencia, mejorar el control biológico de las plagas. Dos tercios de los estudios relacionados con los efectos que tiene la diversidad de los cultivos en las plagas de insectos mostraron que los insectos plagas disminuyeron en los sistemas diversificados en comparación con el monocultivo correspondiente. En muchos casos, esto se debió a la abundancia y eficacia de los enemigos naturales. El pulgón de la col, la pulguilla, la polilla de la col, los gusanos del tomate y del maíz son insectos plagas que se pueden regular con combinaciones específicas de cultivos (Altieri y Letourneau 1982).
Disminución de malezas. La sombra proporcionada por los doseles de los cultivos complejos ayudan a inhibir las malezas, reduciendo, así, la necesidad y el costo que implica el manejo de las malezas. En Las Filipinas, las malezas sensibles a la sombra como el coquito y la Imperata cylindrica pueden ser totalmente eliminadas por una combinación como maíz/frijol mung, que intercepta el 90% de la luz después de 50 días de crecimiento.
Seguro contra la pérdida de un cultivo. Los policultivos aseguran contra la pérdida de un cultivo, especialmente en las áreas propensas a heladas, inundaciones y sequías. De este modo, cuando uno de los cultivos que forma parte de una combinación sufre un daño a principios de la temporada de crecimiento, los otros cultivos pueden compensar la pérdida. Por ejemplo, en las regiones montañosas de Tlaxcala, México, los agricultores cultivan el maíz en forma intercalada con habas, ya que el haba sobrevive a las heladas, mientras que el maíz no lo hace.
Otras ventajas. Los policultivos proporcionan una cubierta eficaz del suelo y reducen la pérdida de humedad de éste. Los cultivos mixtos aumentan las oportunidades para la comercialización y aseguran un abastecimiento parejo de una gama de productos sin tener que invertir mucho en almacenamiento, aumentando así el éxito en la comercialización. Las combinaciones distribuyen los costos de la mano de obra más equitativamente durante la época de cultivo y, por lo general, proporcionan una utilidad neta mayor por mano de obra empleada, especialmente durante los períodos de escasez de esta última. Los policultivos también pueden mejorar la dieta local:
500 gramos de maíz y 100 gramos de frijoles negros al día proporcionan alrededor de 2.118 calorías y 68 gramos de proteínas diarias.

Agricultura Convencional

1) CARACTERÍSTICAS DE LA REVOLUCIÓN VERDE.

CONSECUENCIAS DEL USO DEL PAQUETE TECNOLÓGICO

La agricultura convencional, basada en la química, la mecánica y la genética comienza a consolidarse a principios del siglo XX, a partir de una serie de descubrimientos científicos como los fertilizantes químicos, la selección de plantas de alta producción y el desarrollo de los motores de combustión. Hasta ese momento la fertilidad de los suelos se mantenía mediante la rotación de cultivos y se integraban la producción animal y vegetal. La introducción de fertilizantes químicos y posteriormente los agrotóxicos en forma masiva, la utilización de híbridos de alto rendimiento, la mecanización de la agricultura permitieron intensificar los sistemas productivos, abandonar los sistemas de rotación y pasar al monocultivo y así separar la producción animal y vegetal (Gómez, 2000).

En la primera mitad del siglo XX se generan grandes cambios en la industria química.

¿Cómo surgió y proliferó la agroquímica? Es interesante notar que la misma no se desarrolló por presión de la agricultura, sino que la gran industria agroquímica, que impone su paradigma a la agricultura tradicional es el resultado de las dos grandes guerras mundiales, 1914 – 1918 y 1939 – 1945.

La primera guerra dio origen a los abonos nitrogenados solubles. Alemania, aislada por el bloqueo de los aliados, no podía acceder al salitre de Chile, necesario para la fabricación de explosivos a gran escala. Se vio entonces obligada a fijar el nitrógeno del aire por el proceso Haber-Bosch para sintetizar amoníaco. Después de la guerra las grandes instalaciones de síntesis de amoníaco llevaron a la industria química a buscar nuevos mercados. La agricultura se presentó como el mercado ideal. Actualmente este producto se conoce como Urea y otras formulaciones nitrogenadas.

Al terminar la segunda guerra mundial, la agricultura surge nuevamente como mercado para innovaciones que aparecieron con intenciones destructivas. Principios químicos que se crearon para ser aplicados desde un avión para destruir las cosechas del enemigo, posteriormente se utilizaron como herbicidas en la agricultura, por ejemplo: el 2-4 D, el 2-4-5 T, el MCPA y otros. El DDT, que fue usado para matar insectos surgió en la guerra. Las tropas americanas en el Pacífico sufrían mucho de malaria. El DDT, conocido desde antes, pasó a ser producido en gran escala y usado sin ningún tipo de restricción: se aplicaba desde un avión a grandes extensiones y se trataba a las personas con gruesas nubes de DDT. Después de la guerra, nuevamente, la agricultura sirvió para canalizar las enormes cantidades almacenadas y para mantener las grandes capacidades de producción que habían sido montadas.

Las décadas del 50 y del 60 fueron períodos en los que se produjeron los mayores cambios recientes en la historia agrícola, conocido como Revolución Verde. La revolución verde significó internacionalizar el “modelo exitoso” en el Primer Mundo, implantando “paquetes tecnológicos” (conjunto de prácticas agrícolas) de tipo intensivo. En los países como el nuestro, estas prácticas fueron impulsadas por los gobiernos, la gran mayoría de la comunidad agronómica y las empresas productoras de insumos.

En 1963, la FAO, realiza el Congreso Mundial de la Alimentación y a raíz del mismo, decide impulsar un plan de desarrollo agrario a nivel mundial (el World Plan for Agricultural Development). La necesidad creciente de alimentos causada por el aumento de la población mundial, fue la justificación para esta búsqueda de incrementos de productividad agraria, que recibió el apoyo entre otros, de las fundaciones Ford y Rockefeller. El programa alentaba a los países a transformar su agricultura y adoptar el modelo de monocultivos dependientes de fertilizantes químicos y agrotóxicos, con el fin declarado de incrementar los rendimientos y la rentabilidad agrícola.

Para ello se procedió al desarrollo de semillas de “variedades de alto rendimiento”, sobre todo de trigo, maíz y arroz, como resultado del trabajo del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT) de Méjico y el International Rice Research Institute (IRRI) de Filipinas. Se trataba de plantas de tallo corto que resistían mejor el viento y cuyo crecimiento rápido permitía hasta tres cosechas al año. Sin embargo, su cultivo implica la utilización de grandes cantidades de fertilizantes y agrotóxicos, la utilización de sistemas de riego y tiene entre otras consecuencias la desaparición de las variedades locales adaptadas (estrechamiento de la base genética de los cultivos) y la cultura asociada a ellas. Todas estas transformaciones llevan a una agricultura de gran escala.

La Revolución Verde no solo significo el cambio de una variedad por otra, sino la supresión de todo un conocimiento acumulado durante milenios.

Se calcula que en 1980 el 27% de las semillas en el conjunto de países en desarrollo correspondían a estas variedades, pero mientras en América Latina ese porcentaje era del 44%, en África era sólo del 9%.

El padre de la Revolución Verde fue el profesor Norman Borlaug que en 1970 recibió el premio Nobel de la Paz y en esa ocasión dijo: “el componente esencial de la justicia social es adecuar el alimento a la humanidad. Si se desea paz hay que cultivar la justicia, pero al mismo tiempo hay que cultivar los campos para que produzcan más trigo.”

El término “Revolución Verde” fue acuñado en 1968 por el Dr William Gaud, administrador de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), para referirse al incremento sorprendente y repentino de la producción de trigo y arroz que ocurrió en varios países en vías de desarrollo a mediados de los años 60.

Hoy, año 2007, se está diciendo el mismo discurso que hace 40 años atrás; el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la

Alimentación (FAO), llamó a apoyar una segunda Revolución Verde para alimentar a la población del mundo cada vez más numerosa, que pasará de seis a nueve mil millones de personas, a pesar de todas las consecuencias, ambientales, económicas, culturales y en la salud, que trajo aparejado la aplicación de este paquete tecnológico.

La agricultura que aplica el paquete tecnológico impulsado por la Revolución Verde se denomina actualmente agricultura convencional, diferenciándose de la agricultura tradicional (anterior a la misma).

La Revolución Verde de las décadas del 50 - 60, subordinó la agricultura al capital industrial y eliminó métodos tradicionales de manejo ecológico de suelo, manejo de la materia orgánica, abonos verdes, cobertura permanente de suelo, barbechos, control biológico de plagas, variedades adaptadas a cada condición de suelo y clima. Estas prácticas sustentaban los sistemas productivos y alimentaban a la población hasta la aparición del “nuevo” paquete tecnológico en donde fueron sustituidas y consideradas atrasadas e inviables.

La Revolución Verde convierte a la agricultura en petro-dependiente. Si observamos un predio que practica agricultura convencional en la actualidad, podemos afirmar que gran parte de los elementos utilizados en el proceso productivo son dependientes del petróleo o se utiliza éste para su fabricación. La maquinaria (tractores, cosechadoras, equipos para fumigación), combustibles, lubricantes, neumáticos, el nylon utilizado para protección de silos, invernáculos, suelo, fardos, todos derivados del petróleo.

También utilizan petróleo los medios de transporte de los productos finales y de los insumos (camiones, camionetas, aviones, barcos), los agrotóxicos (insecticidas, funguicidas, herbicidas), los envases de los agrotóxicos, los fertilizantes nitrogenados en general. Sin el petróleo sería imposible pensar en un funcionamiento “normal” de un predio. Podemos afirmar que la agricultura convencional es ineficiente e insustentable desde el punto de vista energético, ya que se requiere mucho petróleo para producir un kilo de producto (trigo, maíz, papa, leche, carne). Cabe agregar que la degradación progresiva de los recursos naturales involucrados, lleva al uso creciente de insumos externos al predio, para lograr rindes similares. Por tanto, la ineficiencia energética es creciente y cada vez más costosa. Este tipo de agricultura utiliza mucho más energía de la que genera: de 9 a 11 calorías energéticas se consume en la producción de una sola caloría de energía alimenticia en los sistemas de la agricultura convencional industrial.

El negocio de los agrotóxicos se transformó en uno de los mejores negocios: mientras más se vendía mas crecía la demanda. El suelo altera su equilibrio natural luego de años de aplicación de sales solubles concentradas que son los fertilizantes minerales sintéticos. Esto provoca desequilibrios a nivel de las plantas que se evidencian en ataques de enfermedades y plagas y para esto se aplican productos como funguicidas, insecticidas y hormiguicidas. Estos productos provocan nuevas destrucciones y desequilibrios, nuevos productos son ofrecidos y así sucesivamente.

El productor ingresa así a un espiral de consumo cada vez mayor de agrotóxicos, sus mezclas y a la incorporación de nuevos principios activos. Esto se conoce como el círculo vicioso de los agrotóxicos.

En el ámbito mundial se ha venido tomando conciencia cada vez mayor con respecto a la magnitud de los problemas que este tipo de producción agrícola industrial está causando sobre el ambiente, como producto de la mala utilización de los adelantos científicos y tecnológicos, sobre todo al condicionar estos a situaciones de carácter meramente económico, de consumo y a corto plazo.

Quizás uno de los rasgos distintivos de la última mitad del siglo XX haya sido la toma de conciencia por una buena parte de la humanidad de la “FINITUD” de nuestro planeta y sus recursos y de la imposibilidad de continuar sosteniendo el "desarrollo" que la sociedad occidental propuso (¿impuso?) como modelo al mundo. A más de cuarenta años de las primeras señales de alarma poco ha cambiado y por el lado que lo miremos, todos los indicadores señalan claramente que la situación empeora día a día.

La agricultura convencional es un proceso de artificialización de la naturaleza.

Modernamente ha llevado a la simplificación de la estructura del medio ambiente sobre vastas áreas, reemplazando la diversidad natural por un pequeño número de plantas cultivadas y animales domésticos, destruyendo los equilibrios que pueden mantener una agricultura saludable. Las plagas y enfermedades de las plantas y animales son presentadas como enemigos arbitrarios, implacables, ciegos, que atacan cuando menos se espera y que deben por tanto ser “exterminados” o “combatidos” en la forma más violenta, fácil, rápida y lo menos costosa (en términos de dinero) posible.

“La agricultura convencional es poco diversa, simplificada y requiere grandes cantidades de insumos químicos externos. El método científico, por disciplinas independientes, nos lleva a estudiar los sistemas agrarios como una caja negra: sabemos lo que entra (insumos) y lo que sale (rendimiento), pero olvidamos lo que pasa dentro y mas allá. La agricultura moderna ha resuelto algunos problemas pero ¿a que costo? En el mundo se emplean más de 2.000 millones de Kg. de pesticidas por año, con lo que se supone de pérdida de fauna útil y los problemas de contaminación ambiental, del consumidor y del propio agricultor” (Altieri, 2004).

La especialización excesiva y la utilización de insumos y tecnologías externas al predio, la pobre integración entre los diferentes subsistemas prediales (silvicultura, agricultura y animales), pérdida de variedades locales adaptadas, la erosión de conocimientos referente al manejo de la biodiversidad local, la degradación de la calidad del suelo y del agua, hacen que las unidades productivas “modernas” sean ineficientes económica y energéticamente, aumentando dicha ineficiencia a medida que pasan los años en producción.

La agricultura convencional implica la simplificación de la biodiversidad y alcanza una forma extrema en los monocultivos. El resultado final es una producción artificial que requiere de una constante intervención humana. En la mayoría de los casos, esta intervención ocurre en la forma de insumos: agrotóxicos y fertilizantes químicos, los cuales, a pesar de aumentar los rendimientos en el corto plazo, resultan en una cantidad de costos ambientales y sociales indeseables (Altieri, 1997).

Características de la agricultura convencional

• Utilización intensiva de fertilizantes químicos de alta solubilidad (nitrógeno, fósforo y potasio) funguicidas, herbicidas, hormiguicidas, e insecticidas sintéticos

• Utilización de semillas híbridas y transgénicas entre ellas soja y maíz

• Visión del suelo desde el aspecto puramente físico (soporte de las plantas) y químico (nutrientes), descartando la vida que hay en él

• Uso intensivo de insumos externos al predio

• Mecanización intensa (potencia sobredimensionada y de gran peso)

• Reducción de mano de obra

• Masivo uso de productos químicos basados en energía fósil no renovable (petróleo y rocas fosfatadas, etc.)

• Monocultivo y reducción de la biodiversidad

Consecuencias

• Mayor inestabilidad, pérdida de la biodiversidad

• Pérdida del potencial productivo de los suelos (afectando propiedades físicas, químicas y biológicas)

• Emigración rural

• Contaminación de alimentos (agrotóxicos), del ambiente (ríos, suelos, atmósfera) y de los trabajadores rurales

• Absorción desequilibrada de nutrientes (alimentos desequilibrados nutricionalmente por fertilizar el suelo con pocos nutrientes)

• Aumento de los costos de producción

• Aumento de la resistencia de malezas e insectos por el uso indiscriminado de herbicidas e insecticidas

• Disminución de la productividad del suelo por pérdida de materia orgánica y nutrientes debido a la erosión

• Destrucción de la vida silvestre, insectos benéficos y polinizadores

La producción industrial de alimentos fue vendida y “extendida” por empresas trasnacionales, organismos internacionales, facultades, organismos de extensión públicos y privados, cooperativas agrarias, sociedades de fomento e institutos de enseñanza, diciendo que las semillas híbridas, transgénicas, maquinaria, aplicación de agrotóxicos (insecticidas, herbicidas, funguicidas y muchos más biocidas), fertilizantes químicos será la única receta para combatir el hambre y la pobreza actual y futura. La excusa del hambre es un argumento muy loable en principio, pero el hambre no es resultado de técnicas de cultivo nuevas o tradicionales, sino de procesos sociales, económicos y políticos.

En este sentido a las empresas les preocupa más tener clientes que compren y no pueblos que coman. En la búsqueda de la productividad y la eficiencia a corto plazo, por encima de la sustentabilidad ecológica, en las últimas décadas, estas prácticas han dejado un saldo a nivel mundial de contaminación y envenenamiento donde el pretendido remedio universal (Revolución Verde) ha resultado ser peor que la enfermedad.

Hoy la humanidad produce más alimento y paralelamente hay más hambre y estamos más contaminados a nivel planetario, lo que resulta en una paradoja, además de la pérdida de soberanía alimentaria de país y la privatización de las semillas. Luego de varias décadas de rápida extensión de los “milagros” de la Revolución Verde, tenemos hoy más de 850 millones de personas que pasan hambre en forma permanente, tres cuartas partes de las cuales son campesinos, productores, campesinos sin tierra y trabajadores agrícolas. Más de 2.000 millones de personas de todo el mundo obtienen su único sustento de la agricultura familiar y la pesca artesanal.

El paradigma de la agricultura convencional, nos dice y casi sin alternativas, que no se puede producir sin aplicar agrotóxicos, fertilizantes, semillas híbridas, semillas transgénicas, tornándose cada vez más dependiente de estos insumos.

El llamado "proceso de modernización" de la agricultura iniciado en la década del cincuenta con base en la utilización de semillas híbridas, agrotóxicos y maquinaria de alta capacidad operativa, se continúa en la actualidad con la adopción de los cultivos transgénicos (soja, maíz, algodón, colza).

Esta agricultura industrializada empobrece y margina a millones de campesinos, productores de todo el mundo, concentrando el control de la producción y de la venta de alimentos en media docena de multinacionales, tornándose en un modelo de agricultura insostenible. Hemos pasado a un modelo agrícola que envenena y agota la tierra y las aguas, consume grandes cantidades de energía fósil, destruye paisajes y diversidad biológica y supone un grave riesgo para nuestra salud.

“Tenemos suficiente riquezas para todos pero la apropiación y acumulación de las mismas por algunos pocos hace que esas riquezas dejen de estar disponibles para la mayor parte de los humanos que convivimos en este planeta. De la mano de este proceso de apropiación y acumulación llega también la destrucción de riquezas que se realiza en nombre del progreso y el desarrollo. Así, llegamos a un panorama en el que vemos que, en realidad, nuestra sociedad se está empobreciendo día a día. Esta situación se asemeja a aquel cuento en el que el hijo de un hombre rico va a visitar a un campesino con el objetivo de conocer la pobreza y llega a la conclusión de que él y su familia son muy pobres por disponer de tan poco espacio, naturaleza y tiempo para vivir” (Vicente, 2006).

Transgénicos ¿que son? Consecuencias en la salud y el ambiente

En la agricultura, los cultivos transgénicos fueron pensados para aumentar las ganancias de los propietarios de las grandes corporaciones. Estos, dueños de las patentes de los agrotóxicos pensaron en crear semillas que fueran resistentes a los principios activos que comercializaban y de esta manera vendían no sólo el agrotóxicos sino la semilla resistente al mismo. De aquí surge que el inicio de la transgenia no es producto de un obstáculo productivo sino de la lógica mercantil, donde se busca aumentar las ganancias, sin importar los impactos a nivel ambiental, social y en la salud que causa este tipo de tecnología aplicada en los cultivos. Se puede considerar que esta tecnología es un paso más en el avance de la Revolución Verde, también denominada segunda Revolución Verde o revolución de la ingeniería genética.

Actualmente existe manipulación genética para lograr resistencia a herbicidas de distinto tipo, a plagas, enfermedades, alterar la constitución del producto final como por ejemplo el nivel de carotenos, aumento de aminoácidos esenciales, alimentos con contenidos farmacéuticos y se podría continuar ininterrumpidamente hasta lo que la imaginación permita.

Un cultivo o animal transgénico es obtenido por manipulación genética. Es aquel que ha sufrido una modificación en sus genes a través de la ingeniería genética y se le ha introducido genes de otra planta, de un microorganismo (virus, bacteria), de un animal (cerdo, pollo), de un pez (lenguado), de un insecto (luciérnaga). Con esta técnica se han roto las barreras naturales para la reproducción y creación de seres vivos. La manipulación genética consiste en el reordenamiento de los elementos básicos de la vida; implica tomar material genético, (conocido como ADN), de un organismo y ponerlo en otro, para cambiar sus características naturales.

Anteriormente a la transgenia, el ser humano ha utilizado una tecnología para obtener individuos de alto rendimiento denominados híbridos que básicamente consiste en dirigir el cruzamiento y determinar que un individuo aporte los óvulos (femenino) y otro aporte los granos de polen o los espermatozoides (masculino), resultando que la descendencia presenta combinadas las características deseadas de sus padres. Esta técnica (obtención de híbridos), dirige el cruzamiento pero no introduce genes externos o extraños.

En Uruguay existen a nivel comercial 3 tipos de transgénicos: la primer introducción fue en el año 1998: la soja resistente a Roundup (herbicida total), llamada Soja RR

(Roundup Ready), perteneciente a la compañía norteamericana Monsanto. Para obtener esta soja, Monsanto incorporó a los genes naturales de la soja, genes de una bacteria (patógena para las plantas), genes de virus (que produce una enfermedad en el Coliflor) y genes de la flor de Petunia; todos estos genes incorporados le dan la resistencia al herbicida Roundup, que es producido y comercializado por la propia

Monsanto.

El otro transgénico también perteneciente a la empresa Monsanto es el Maíz BT MON 810, que le confiere a la planta efecto insecticida frente a un gusano y por último el Maíz BT 11 de la compañía suiza Syngenta, que también tiene efecto insecticida y es tolerante a un herbicida, Glufosinato de Amonio, cuyos nombres comerciales son

Basta, Digital, Liberty y Finale entre otros.

Se encuentran en estudio, previo a una posible liberación comercial, varios materiales: maíz resistente a herbicida y con propiedad insecticida (todo en la misma planta), maíz resistente a herbicida. Sin embargo, también nos preguntamos que sucederá con las solicitudes para la introducción de nuevos cultivos transgénicos cuyas aprobaciones se encuentran actualmente en trámite. Estas solicitudes incluyen al Trébol Blanco, las variedades de maíz NK 603, NK603 x MON 810 y TC 1507 y el arroz Liberty Link LL

062. Cada uno de esos cultivos se encuentra en distintas etapas del trámite de aprobación.

En particular, el Trébol Blanco y dos de las variedades de maíz (NK 603 y NK603 x

MON 810) están a punto de cumplir su segundo año de evaluación de campo. El siguiente paso previsto según la normativa vigente, es el llamado a una audiencia pública en la que se presentan los resultados de esas evaluaciones y la sociedad civil tiene la oportunidad de plantear sus observaciones. Luego el Poder Ejecutivo autoriza o no el uso del cultivo transgénico.

Hasta ahora, todos los cultivos transgénicos que han entrado en la etapa de evaluación de campo han sido aprobados (Maiz MON 810 y el Maíz Bt 11). La soja RR fue autorizada sin siquiera una evaluación de este tipo.

Algunas de las consecuencias debido al uso de estos materiales respecto a la salud humana y al ambiente ya se conocen y es muy probable que en el corto o mediano plazo se constaten otros impactos que aún no se han identificado. Las consecuencias ya detectadas son: alergias, resistencia a antibióticos, alimentos prohibidos para consumo humano (maíz StarLink), alimentos contaminados con herbicida Glifosato.

En el caso de los cultivos resistentes a herbicida, ha resultado en el aumento de la cantidad de este agrotóxico aplicado a los campos. Las aplicaciones pasaron de 2 litros por hectárea a más de 8 litros por hectárea y en algunos sitios se llega a los 10 litros por hectárea (Morales, 2001; citado por Lapitz, 2004). Como consecuencia de esta aplicación masiva ya se reportan malezas que han resistido las aplicaciones, por tanto ahora ellas también son inmunes a estos productos. En estos casos se aplica otro herbicida que combata estas plantas resistentes, ingresando otra vez en un espiral de aplicación de productos más tóxicos y con mayor impacto en el ambiente.

Cabe acotar que el herbicida Roundup (Glifosato como principio activo más coadyuvantes) a su vez tiene efectos en la salud humana, en la vida del suelo, es altamente soluble en agua por lo que una parte importante termina en ríos, arroyos, tajamares y es 100 veces más tóxico para peces que para animales de sangre caliente

(Cox, 1995).

Agricultura convencional

Agricultura Convencional

1) CARACTERÍSTICAS DE LA REVOLUCIÓN VERDE.

CONSECUENCIAS DEL USO DEL PAQUETE TECNOLÓGICO

La agricultura convencional, basada en la química, la mecánica y la genética comienza a consolidarse a principios del siglo XX, a partir de una serie de descubrimientos científicos como los fertilizantes químicos, la selección de plantas de alta producción y el desarrollo de los motores de combustión. Hasta ese momento la fertilidad de los suelos se mantenía mediante la rotación de cultivos y se integraban la producción animal y vegetal. La introducción de fertilizantes químicos y posteriormente los agrotóxicos en forma masiva, la utilización de híbridos de alto rendimiento, la mecanización de la agricultura permitieron intensificar los sistemas productivos, abandonar los sistemas de rotación y pasar al monocultivo y así separar la producción animal y vegetal (Gómez, 2000).

En la primera mitad del siglo XX se generan grandes cambios en la industria química.

¿Cómo surgió y proliferó la agroquímica? Es interesante notar que la misma no se desarrolló por presión de la agricultura, sino que la gran industria agroquímica, que impone su paradigma a la agricultura tradicional es el resultado de las dos grandes guerras mundiales, 1914 – 1918 y 1939 – 1945.

La primera guerra dio origen a los abonos nitrogenados solubles. Alemania, aislada por el bloqueo de los aliados, no podía acceder al salitre de Chile, necesario para la fabricación de explosivos a gran escala. Se vio entonces obligada a fijar el nitrógeno del aire por el proceso Haber-Bosch para sintetizar amoníaco. Después de la guerra las grandes instalaciones de síntesis de amoníaco llevaron a la industria química a buscar nuevos mercados. La agricultura se presentó como el mercado ideal. Actualmente este producto se conoce como Urea y otras formulaciones nitrogenadas.

Al terminar la segunda guerra mundial, la agricultura surge nuevamente como mercado para innovaciones que aparecieron con intenciones destructivas. Principios químicos que se crearon para ser aplicados desde un avión para destruir las cosechas del enemigo, posteriormente se utilizaron como herbicidas en la agricultura, por ejemplo: el 2-4 D, el 2-4-5 T, el MCPA y otros. El DDT, que fue usado para matar insectos surgió en la guerra. Las tropas americanas en el Pacífico sufrían mucho de malaria. El DDT, conocido desde antes, pasó a ser producido en gran escala y usado sin ningún tipo de restricción: se aplicaba desde un avión a grandes extensiones y se trataba a las personas con gruesas nubes de DDT. Después de la guerra, nuevamente, la agricultura sirvió para canalizar las enormes cantidades almacenadas y para mantener las grandes capacidades de producción que habían sido montadas.

Las décadas del 50 y del 60 fueron períodos en los que se produjeron los mayores cambios recientes en la historia agrícola, conocido como Revolución Verde. La revolución verde significó internacionalizar el “modelo exitoso” en el Primer Mundo, implantando “paquetes tecnológicos” (conjunto de prácticas agrícolas) de tipo intensivo. En los países como el nuestro, estas prácticas fueron impulsadas por los gobiernos, la gran mayoría de la comunidad agronómica y las empresas productoras de insumos.

En 1963, la FAO, realiza el Congreso Mundial de la Alimentación y a raíz del mismo, decide impulsar un plan de desarrollo agrario a nivel mundial (el World Plan for Agricultural Development). La necesidad creciente de alimentos causada por el aumento de la población mundial, fue la justificación para esta búsqueda de incrementos de productividad agraria, que recibió el apoyo entre otros, de las fundaciones Ford y Rockefeller. El programa alentaba a los países a transformar su agricultura y adoptar el modelo de monocultivos dependientes de fertilizantes químicos y agrotóxicos, con el fin declarado de incrementar los rendimientos y la rentabilidad agrícola.

Para ello se procedió al desarrollo de semillas de “variedades de alto rendimiento”, sobre todo de trigo, maíz y arroz, como resultado del trabajo del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT) de Méjico y el International Rice Research Institute (IRRI) de Filipinas. Se trataba de plantas de tallo corto que resistían mejor el viento y cuyo crecimiento rápido permitía hasta tres cosechas al año. Sin embargo, su cultivo implica la utilización de grandes cantidades de fertilizantes y agrotóxicos, la utilización de sistemas de riego y tiene entre otras consecuencias la desaparición de las variedades locales adaptadas (estrechamiento de la base genética de los cultivos) y la cultura asociada a ellas. Todas estas transformaciones llevan a una agricultura de gran escala.

La Revolución Verde no solo significo el cambio de una variedad por otra, sino la supresión de todo un conocimiento acumulado durante milenios.

Se calcula que en 1980 el 27% de las semillas en el conjunto de países en desarrollo correspondían a estas variedades, pero mientras en América Latina ese porcentaje era del 44%, en África era sólo del 9%.

El padre de la Revolución Verde fue el profesor Norman Borlaug que en 1970 recibió el premio Nobel de la Paz y en esa ocasión dijo: “el componente esencial de la justicia social es adecuar el alimento a la humanidad. Si se desea paz hay que cultivar la justicia, pero al mismo tiempo hay que cultivar los campos para que produzcan más trigo.”

El término “Revolución Verde” fue acuñado en 1968 por el Dr William Gaud, administrador de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), para referirse al incremento sorprendente y repentino de la producción de trigo y arroz que ocurrió en varios países en vías de desarrollo a mediados de los años 60.

Hoy, año 2007, se está diciendo el mismo discurso que hace 40 años atrás; el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la

Alimentación (FAO), llamó a apoyar una segunda Revolución Verde para alimentar a la población del mundo cada vez más numerosa, que pasará de seis a nueve mil millones de personas, a pesar de todas las consecuencias, ambientales, económicas, culturales y en la salud, que trajo aparejado la aplicación de este paquete tecnológico.

La agricultura que aplica el paquete tecnológico impulsado por la Revolución Verde se denomina actualmente agricultura convencional, diferenciándose de la agricultura tradicional (anterior a la misma).

La Revolución Verde de las décadas del 50 - 60, subordinó la agricultura al capital industrial y eliminó métodos tradicionales de manejo ecológico de suelo, manejo de la materia orgánica, abonos verdes, cobertura permanente de suelo, barbechos, control biológico de plagas, variedades adaptadas a cada condición de suelo y clima. Estas prácticas sustentaban los sistemas productivos y alimentaban a la población hasta la aparición del “nuevo” paquete tecnológico en donde fueron sustituidas y consideradas atrasadas e inviables.

La Revolución Verde convierte a la agricultura en petro-dependiente. Si observamos un predio que practica agricultura convencional en la actualidad, podemos afirmar que gran parte de los elementos utilizados en el proceso productivo son dependientes del petróleo o se utiliza éste para su fabricación. La maquinaria (tractores, cosechadoras, equipos para fumigación), combustibles, lubricantes, neumáticos, el nylon utilizado para protección de silos, invernáculos, suelo, fardos, todos derivados del petróleo.

También utilizan petróleo los medios de transporte de los productos finales y de los insumos (camiones, camionetas, aviones, barcos), los agrotóxicos (insecticidas, funguicidas, herbicidas), los envases de los agrotóxicos, los fertilizantes nitrogenados en general. Sin el petróleo sería imposible pensar en un funcionamiento “normal” de un predio. Podemos afirmar que la agricultura convencional es ineficiente e insustentable desde el punto de vista energético, ya que se requiere mucho petróleo para producir un kilo de producto (trigo, maíz, papa, leche, carne). Cabe agregar que la degradación progresiva de los recursos naturales involucrados, lleva al uso creciente de insumos externos al predio, para lograr rindes similares. Por tanto, la ineficiencia energética es creciente y cada vez más costosa. Este tipo de agricultura utiliza mucho más energía de la que genera: de 9 a 11 calorías energéticas se consume en la producción de una sola caloría de energía alimenticia en los sistemas de la agricultura convencional industrial.

El negocio de los agrotóxicos se transformó en uno de los mejores negocios: mientras más se vendía mas crecía la demanda. El suelo altera su equilibrio natural luego de años de aplicación de sales solubles concentradas que son los fertilizantes minerales sintéticos. Esto provoca desequilibrios a nivel de las plantas que se evidencian en ataques de enfermedades y plagas y para esto se aplican productos como funguicidas, insecticidas y hormiguicidas. Estos productos provocan nuevas destrucciones y desequilibrios, nuevos productos son ofrecidos y así sucesivamente.

El productor ingresa así a un espiral de consumo cada vez mayor de agrotóxicos, sus mezclas y a la incorporación de nuevos principios activos. Esto se conoce como el círculo vicioso de los agrotóxicos.

En el ámbito mundial se ha venido tomando conciencia cada vez mayor con respecto a la magnitud de los problemas que este tipo de producción agrícola industrial está causando sobre el ambiente, como producto de la mala utilización de los adelantos científicos y tecnológicos, sobre todo al condicionar estos a situaciones de carácter meramente económico, de consumo y a corto plazo.

Quizás uno de los rasgos distintivos de la última mitad del siglo XX haya sido la toma de conciencia por una buena parte de la humanidad de la “FINITUD” de nuestro planeta y sus recursos y de la imposibilidad de continuar sosteniendo el "desarrollo" que la sociedad occidental propuso (¿impuso?) como modelo al mundo. A más de cuarenta años de las primeras señales de alarma poco ha cambiado y por el lado que lo miremos, todos los indicadores señalan claramente que la situación empeora día a día.

La agricultura convencional es un proceso de artificialización de la naturaleza.

Modernamente ha llevado a la simplificación de la estructura del medio ambiente sobre vastas áreas, reemplazando la diversidad natural por un pequeño número de plantas cultivadas y animales domésticos, destruyendo los equilibrios que pueden mantener una agricultura saludable. Las plagas y enfermedades de las plantas y animales son presentadas como enemigos arbitrarios, implacables, ciegos, que atacan cuando menos se espera y que deben por tanto ser “exterminados” o “combatidos” en la forma más violenta, fácil, rápida y lo menos costosa (en términos de dinero) posible.

“La agricultura convencional es poco diversa, simplificada y requiere grandes cantidades de insumos químicos externos. El método científico, por disciplinas independientes, nos lleva a estudiar los sistemas agrarios como una caja negra: sabemos lo que entra (insumos) y lo que sale (rendimiento), pero olvidamos lo que pasa dentro y mas allá. La agricultura moderna ha resuelto algunos problemas pero ¿a que costo? En el mundo se emplean más de 2.000 millones de Kg. de pesticidas por año, con lo que se supone de pérdida de fauna útil y los problemas de contaminación ambiental, del consumidor y del propio agricultor” (Altieri, 2004).

La especialización excesiva y la utilización de insumos y tecnologías externas al predio, la pobre integración entre los diferentes subsistemas prediales (silvicultura, agricultura y animales), pérdida de variedades locales adaptadas, la erosión de conocimientos referente al manejo de la biodiversidad local, la degradación de la calidad del suelo y del agua, hacen que las unidades productivas “modernas” sean ineficientes económica y energéticamente, aumentando dicha ineficiencia a medida que pasan los años en producción.

La agricultura convencional implica la simplificación de la biodiversidad y alcanza una forma extrema en los monocultivos. El resultado final es una producción artificial que requiere de una constante intervención humana. En la mayoría de los casos, esta intervención ocurre en la forma de insumos: agrotóxicos y fertilizantes químicos, los cuales, a pesar de aumentar los rendimientos en el corto plazo, resultan en una cantidad de costos ambientales y sociales indeseables (Altieri, 1997).

Características de la agricultura convencional

• Utilización intensiva de fertilizantes químicos de alta solubilidad (nitrógeno, fósforo y potasio) funguicidas, herbicidas, hormiguicidas, e insecticidas sintéticos

• Utilización de semillas híbridas y transgénicas entre ellas soja y maíz

• Visión del suelo desde el aspecto puramente físico (soporte de las plantas) y químico (nutrientes), descartando la vida que hay en él

• Uso intensivo de insumos externos al predio

• Mecanización intensa (potencia sobredimensionada y de gran peso)

• Reducción de mano de obra

• Masivo uso de productos químicos basados en energía fósil no renovable (petróleo y rocas fosfatadas, etc.)

• Monocultivo y reducción de la biodiversidad

Consecuencias

• Mayor inestabilidad, pérdida de la biodiversidad

• Pérdida del potencial productivo de los suelos (afectando propiedades físicas, químicas y biológicas)

• Emigración rural

• Contaminación de alimentos (agrotóxicos), del ambiente (ríos, suelos, atmósfera) y de los trabajadores rurales

• Absorción desequilibrada de nutrientes (alimentos desequilibrados nutricionalmente por fertilizar el suelo con pocos nutrientes)

• Aumento de los costos de producción

• Aumento de la resistencia de malezas e insectos por el uso indiscriminado de herbicidas e insecticidas

• Disminución de la productividad del suelo por pérdida de materia orgánica y nutrientes debido a la erosión

• Destrucción de la vida silvestre, insectos benéficos y polinizadores

La producción industrial de alimentos fue vendida y “extendida” por empresas trasnacionales, organismos internacionales, facultades, organismos de extensión públicos y privados, cooperativas agrarias, sociedades de fomento e institutos de enseñanza, diciendo que las semillas híbridas, transgénicas, maquinaria, aplicación de agrotóxicos (insecticidas, herbicidas, funguicidas y muchos más biocidas), fertilizantes químicos será la única receta para combatir el hambre y la pobreza actual y futura. La excusa del hambre es un argumento muy loable en principio, pero el hambre no es resultado de técnicas de cultivo nuevas o tradicionales, sino de procesos sociales, económicos y políticos.

En este sentido a las empresas les preocupa más tener clientes que compren y no pueblos que coman. En la búsqueda de la productividad y la eficiencia a corto plazo, por encima de la sustentabilidad ecológica, en las últimas décadas, estas prácticas han dejado un saldo a nivel mundial de contaminación y envenenamiento donde el pretendido remedio universal (Revolución Verde) ha resultado ser peor que la enfermedad.

Hoy la humanidad produce más alimento y paralelamente hay más hambre y estamos más contaminados a nivel planetario, lo que resulta en una paradoja, además de la pérdida de soberanía alimentaria de país y la privatización de las semillas. Luego de varias décadas de rápida extensión de los “milagros” de la Revolución Verde, tenemos hoy más de 850 millones de personas que pasan hambre en forma permanente, tres cuartas partes de las cuales son campesinos, productores, campesinos sin tierra y trabajadores agrícolas. Más de 2.000 millones de personas de todo el mundo obtienen su único sustento de la agricultura familiar y la pesca artesanal.

El paradigma de la agricultura convencional, nos dice y casi sin alternativas, que no se puede producir sin aplicar agrotóxicos, fertilizantes, semillas híbridas, semillas transgénicas, tornándose cada vez más dependiente de estos insumos.

El llamado "proceso de modernización" de la agricultura iniciado en la década del cincuenta con base en la utilización de semillas híbridas, agrotóxicos y maquinaria de alta capacidad operativa, se continúa en la actualidad con la adopción de los cultivos transgénicos (soja, maíz, algodón, colza).

Esta agricultura industrializada empobrece y margina a millones de campesinos, productores de todo el mundo, concentrando el control de la producción y de la venta de alimentos en media docena de multinacionales, tornándose en un modelo de agricultura insostenible. Hemos pasado a un modelo agrícola que envenena y agota la tierra y las aguas, consume grandes cantidades de energía fósil, destruye paisajes y diversidad biológica y supone un grave riesgo para nuestra salud.

“Tenemos suficiente riquezas para todos pero la apropiación y acumulación de las mismas por algunos pocos hace que esas riquezas dejen de estar disponibles para la mayor parte de los humanos que convivimos en este planeta. De la mano de este proceso de apropiación y acumulación llega también la destrucción de riquezas que se realiza en nombre del progreso y el desarrollo. Así, llegamos a un panorama en el que vemos que, en realidad, nuestra sociedad se está empobreciendo día a día. Esta situación se asemeja a aquel cuento en el que el hijo de un hombre rico va a visitar a un campesino con el objetivo de conocer la pobreza y llega a la conclusión de que él y su familia son muy pobres por disponer de tan poco espacio, naturaleza y tiempo para vivir” (Vicente, 2006).

Transgénicos ¿que son? Consecuencias en la salud y el ambiente

En la agricultura, los cultivos transgénicos fueron pensados para aumentar las ganancias de los propietarios de las grandes corporaciones. Estos, dueños de las patentes de los agrotóxicos pensaron en crear semillas que fueran resistentes a los principios activos que comercializaban y de esta manera vendían no sólo el agrotóxicos sino la semilla resistente al mismo. De aquí surge que el inicio de la transgenia no es producto de un obstáculo productivo sino de la lógica mercantil, donde se busca aumentar las ganancias, sin importar los impactos a nivel ambiental, social y en la salud que causa este tipo de tecnología aplicada en los cultivos. Se puede considerar que esta tecnología es un paso más en el avance de la Revolución Verde, también denominada segunda Revolución Verde o revolución de la ingeniería genética.

Actualmente existe manipulación genética para lograr resistencia a herbicidas de distinto tipo, a plagas, enfermedades, alterar la constitución del producto final como por ejemplo el nivel de carotenos, aumento de aminoácidos esenciales, alimentos con contenidos farmacéuticos y se podría continuar ininterrumpidamente hasta lo que la imaginación permita.

Un cultivo o animal transgénico es obtenido por manipulación genética. Es aquel que ha sufrido una modificación en sus genes a través de la ingeniería genética y se le ha introducido genes de otra planta, de un microorganismo (virus, bacteria), de un animal (cerdo, pollo), de un pez (lenguado), de un insecto (luciérnaga). Con esta técnica se han roto las barreras naturales para la reproducción y creación de seres vivos. La manipulación genética consiste en el reordenamiento de los elementos básicos de la vida; implica tomar material genético, (conocido como ADN), de un organismo y ponerlo en otro, para cambiar sus características naturales.

Anteriormente a la transgenia, el ser humano ha utilizado una tecnología para obtener individuos de alto rendimiento denominados híbridos que básicamente consiste en dirigir el cruzamiento y determinar que un individuo aporte los óvulos (femenino) y otro aporte los granos de polen o los espermatozoides (masculino), resultando que la descendencia presenta combinadas las características deseadas de sus padres. Esta técnica (obtención de híbridos), dirige el cruzamiento pero no introduce genes externos o extraños.

En Uruguay existen a nivel comercial 3 tipos de transgénicos: la primer introducción fue en el año 1998: la soja resistente a Roundup (herbicida total), llamada Soja RR

(Roundup Ready), perteneciente a la compañía norteamericana Monsanto. Para obtener esta soja, Monsanto incorporó a los genes naturales de la soja, genes de una bacteria (patógena para las plantas), genes de virus (que produce una enfermedad en el Coliflor) y genes de la flor de Petunia; todos estos genes incorporados le dan la resistencia al herbicida Roundup, que es producido y comercializado por la propia

Monsanto.

El otro transgénico también perteneciente a la empresa Monsanto es el Maíz BT MON 810, que le confiere a la planta efecto insecticida frente a un gusano y por último el Maíz BT 11 de la compañía suiza Syngenta, que también tiene efecto insecticida y es tolerante a un herbicida, Glufosinato de Amonio, cuyos nombres comerciales son

Basta, Digital, Liberty y Finale entre otros.

Se encuentran en estudio, previo a una posible liberación comercial, varios materiales: maíz resistente a herbicida y con propiedad insecticida (todo en la misma planta), maíz resistente a herbicida. Sin embargo, también nos preguntamos que sucederá con las solicitudes para la introducción de nuevos cultivos transgénicos cuyas aprobaciones se encuentran actualmente en trámite. Estas solicitudes incluyen al Trébol Blanco, las variedades de maíz NK 603, NK603 x MON 810 y TC 1507 y el arroz Liberty Link LL

062. Cada uno de esos cultivos se encuentra en distintas etapas del trámite de aprobación.

En particular, el Trébol Blanco y dos de las variedades de maíz (NK 603 y NK603 x

MON 810) están a punto de cumplir su segundo año de evaluación de campo. El siguiente paso previsto según la normativa vigente, es el llamado a una audiencia pública en la que se presentan los resultados de esas evaluaciones y la sociedad civil tiene la oportunidad de plantear sus observaciones. Luego el Poder Ejecutivo autoriza o no el uso del cultivo transgénico.

Hasta ahora, todos los cultivos transgénicos que han entrado en la etapa de evaluación de campo han sido aprobados (Maiz MON 810 y el Maíz Bt 11). La soja RR fue autorizada sin siquiera una evaluación de este tipo.

Algunas de las consecuencias debido al uso de estos materiales respecto a la salud humana y al ambiente ya se conocen y es muy probable que en el corto o mediano plazo se constaten otros impactos que aún no se han identificado. Las consecuencias ya detectadas son: alergias, resistencia a antibióticos, alimentos prohibidos para consumo humano (maíz StarLink), alimentos contaminados con herbicida Glifosato.

En el caso de los cultivos resistentes a herbicida, ha resultado en el aumento de la cantidad de este agrotóxico aplicado a los campos. Las aplicaciones pasaron de 2 litros por hectárea a más de 8 litros por hectárea y en algunos sitios se llega a los 10 litros por hectárea (Morales, 2001; citado por Lapitz, 2004). Como consecuencia de esta aplicación masiva ya se reportan malezas que han resistido las aplicaciones, por tanto ahora ellas también son inmunes a estos productos. En estos casos se aplica otro herbicida que combata estas plantas resistentes, ingresando otra vez en un espiral de aplicación de productos más tóxicos y con mayor impacto en el ambiente.

Cabe acotar que el herbicida Roundup (Glifosato como principio activo más coadyuvantes) a su vez tiene efectos en la salud humana, en la vida del suelo, es altamente soluble en agua por lo que una parte importante termina en ríos, arroyos, tajamares y es 100 veces más tóxico para peces que para animales de sangre caliente

(Cox, 1995).